Nº 313 - 1 de septiembre de 2014

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San Pedro de Atacama: punto de encuentro prehispánico entre el altiplano boliviano, el noroeste argentino y la costa e interior del norte de Chile

  • El sistema de vida basado en el intercambio y la reciprocidad dio pie para que los habitantes de esta zona chilena generaran una identidad propia matizada con elementos culturales y materialidades foráneas. Así lo concluye el Proyecto Anillo ACT-96, que integra el trabajo de cinco facultades de la Universidad de Chile –Ciencias Sociales, Ciencias, Ciencias Físicas y Matemáticas, Medicina y Odontología- así como del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo Padre Le Paige, investigación que lideró el doctor Germán Manríquez desde nuestro plantel.

Doctor Germán Manríquez.

El proyecto indagó en el período medio de la prehistoria de las poblaciones –entre los años 500 y 1000 DC- que habitaron los oasis de San Pedro de Atacama, con el objetivo de evaluar los patrones de interacción y movilidad humanas en esos lugares y las zonas vecinas del norte y centro del país, usando marcadores morfométricos, odontológicos, genéticos, químicos y mineralógicos, en un enfoque integrado.

Al término de este proyecto su director, el doctor Germán Manríquez, académico del Programa de Genética del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina y del Departamento de Antropología de Facultad de Ciencias Sociales, señala que una de las principales conclusiones es que este lugar era un importante punto de encuentro de materialidades poblaciones provenientes del sur de Bolivia –la cultura Tiwanaku-, del noroeste argentino y del norte de Chile, particularmente a través de la cuenca del río Loa, lo que va más allá que una relación de dependencia con alguna de ellas en particular. Esos grupos humanos intercambiaban diferentes materialidades, con lo que los asentamientos que habitaban en San Pedro adoptaron rasgos culturales foráneos así como crearon una identidad propia. 

Evidencias de diversidad

El equipo de investigadores, explica el doctor Manríquez, estudió diferentes materialidades y temas, en base a restos humanos –cráneos- y materiales tales como metales, minerales, textiles, maderas y tabletas para la inhalación de sicotrópicos depositados en el Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama y en algunos museos europeos.

De esta forma, contrastaron hipótesis sobre la construcción de identidad en la prehistoria sanpedrina, a partir del estudio de la composición y diversidad de los metales ofrendados en las tumbas, los minerales utilizados para decorar las tabletas de inhalación; los rasgos estilísticos y tecnológicos de estos elementos en relación a su origen geográfico; la naturaleza y origen de los pigmentos utilizados para teñir las piezas textiles y la variación de la forma del cráneo debido a la práctica de deformación intencional. Adicionalmente, se analizó la composición química del cabello de los cuerpos momificados y se exploró la variación del genoma bacteriano presente en el cálculo dental.


Tabletas inhalatorias de San Pedro de Atacama.

“En el caso de la deformación craneal, que es una costumbre presente en todas las culturas humanas del pasado, los Tiwanaku se caracterizaban por presentar formas que tendían a ser oblicuas, mientras que en la población sanpedrina en resultado de estas prácticas eran formas erectas. Interesantemente, este patrón identitario, que aumenta en frecuencia durante el horizonte medio como eventual respuesta a la influencia Tiwanaku, comparte en algunas tumbas cerámicos de estilo Tiwanaku, lo que puede interpretarse como una evidencia de la incorporación a la identidad sanpedrina local de elementos de afiliación foránea”, explica el académico.

A ello, añade que la coexistencia de una tradición local junto a otra proveniente de fuera se observó igualmente al analizar las maderas –que tampoco son propias de la zona- utilizadas en la fabricación de las tabletas de inhalación de estilo local; los pigmentos orgánicos, como la purpurina –que da tonalidades rojas- y el índigo –azules- usados para teñir los textiles, extraídos de plantas que crecen a cientos de kilómetros de San Pedro, y también al encontrar en las mismas tumbas tabletas de estilo propiamente sanpedrino asociadas a tubos de inhalación de estilo Tiwanaku.

Según la información obtenida del análisis de la composición y uso de metales, añade que “un 25% de los objetos analizados  era de cobre no aleado con otros metales, sugiriendo la existencia de cadenas de producción locales; un 45% era de aleaciones de cobre, arsénico y níquel, que son típicos de Tiwanaku, y un 30% eran de bronce –cobre con estaño- probablemente provenientes del noroeste argentino”. La mayor parte de los objetos metálicos foráneos corresponde a emblemas de poder político, como las hachas en forma de T, mientras que las herramientas de origen sanpedrino eran, en su mayoría, para uso doméstico. Estas evidencias, sumadas al hallazgo en San Pedro de fragmentos y virutas de cobre no aleado sugieren la coexistencia de una metalurgia local con objetos producidos en las áreas vecinas, tanto del noroeste argentino como del sur de Bolivia.

En cuanto a las prácticas inhalatorias, aunque en los más de 500 cráneos estudiados no se observó la alteración de los huesos de la vía aérea superior, en los cementerios del horizonte Medio se encontraron uno o dos casos por cada uno de estos lugares con desviaciones del tabique nasal cercanas a los 40 grados, probablemente “como consecuencia traumática del uso de tubos inhalatorios de gran diámetro, diseñados para causar una suerte de vacío para hacer más eficiente el consumo”. Finalmente, aunque  el carácter volátil de los alcaloides impidió detectar su presencia en el cabello de las momias, sí se encontró nicotina, cuya fuente más cercana está en el noroeste argentino. Una vez más, la gran presencia en el horizonte Medio de tubos y tabletas de inhalación, pero no de pipas, supone que estos artefactos también fueron utilizados para el consumo de tabaco por vía nasal.

Inesperados frutos de la integración universitaria

En cuanto a los resultados de las investigaciones realizadas para determinar el genoma de bacterias del tártaro dental, “no logramos identificar marcador que establecieran alguna diversidad de los individuos que portaban estos microorganismos. Pero el equipo a cargo avanzó de manera novedosa en el método de extracción de ese DNA, lo que metodológicamente fue un aporte y se generó una línea de investigación que estudia los tipos de bacteria y la eventual asociación con patologías orales que pudieran causar.

Por todo lo anterior, el doctor Manríquez señala que la iniciativa –que tuvo también como investigadores titulares a los doctores Mauricio Moraga, del mismo programa de Genética; Hermann Niemeyer, académico de la Facultad de Ciencias, y Diego Salazar, de la Facultad de Ciencias Sociales, y como investigadores asociados a los profesores Eugenio Aspillaga y Sergio Flores, también de Ciencias Sociales; Juan Carlos Salinas, de la Facultad de Odontología y Diego Morata, de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, además de numerosos tesistas de pre y postgrado y los investigadores de postdoctorado Valentina Figueroa, Javier Echeverría y Felipe Martínez- fue una potente muestra de verdadera integración universitaria y científica.

“Este proyecto, además de cumplir con los objetivos originalmente planteados, arrojó logros no considerados en un principio, tales como la creación de una Unidad de Microscopía Electrónica de Barrido en el Departamento de Antropología; el desarrollo de líneas de trabajo en DNA genómico bacteriano y en el análisis químico de material arqueológico; avances en la investigación de metales y minerales; la creación de redes internacionales, mediante convenios con la Academia de Ciencias de Rusia, el intercambio con la Universidad de York y próximas vinculaciones Instituto Max Planck, donde hemos iniciado labores colaborativas con su Centro Weizmann de Arqueología y Antropología Integrativa, del Instituto de Evolución Humana, en el marco de una visita que realizamos en julio recién pasado”. A lo anterior, añade la creación del Centro de Análisis Cuantitativo en Antropología Dental, el cual dirigiré a partir de octubre en la Facultad de Odontología, donde se abren diferentes líneas de investigación en esta disciplina, en morfometría genética cráneo-facial y en estadística para métricas cíclicas”

Cecilia Valenzuela León.

Si desea revisar artículos complementarios a este proyecto, siga estos vínculos:
http://elpulso.med.uchile.cl/20100105/noticia1.html
http://elpulso.med.uchile.cl/20110314/


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