Nº 320 - 19 de noviembre de 2014

Dr. Nelson A. Vargas, nuevo miembro Honorario de la Academia Chilena de Medicina
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Experto en farmacología expuso sobre los efectos de las drogas en el cerebro
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“Que el estudiante vibre con la frecuencia que le es propia”
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La ceremonia será el 13 de noviembre de 2014
Dr. Nelson A. Vargas, nuevo miembro Honorario de la Academia Chilena de Medicina

  • De niño, quería ser profesor y médico, o arquitecto y médico. Pero siempre médico. En su carrera académica en la Universidad de Chile pudo cumplir uno de sus otros sueños, formando a generaciones de colegas, aunque para ser precisos él deseaba enseñar a contar y a sumar con tiza y pizarrón. Pero quizás también cumplió el otro: hizo de su vida profesional y personal los cimientos, muros, ventanas y techo de un refugio en el que la salud de los niños ha sido siempre lo primero en entrar. Su puerta sigue abierta.

Dr. Nelson A. Vargas

Sabe apreciar la belleza: la de su país, reflejada en distintas expresiones de arte y en los bemoles de su historia. La que se ilumina con la sonrisa de un niño contento y sano. Aprecia la inteligencia, el cambio, los frutos del trabajo duro y de la reflexión. Se asombra con los nuevos aires que siempre traen “los chiquillos” a la universidad, se apura para llegar a dar clase, se le empañan los ojos cuando recuerda a sus maestros, se queda en blanco si se le pregunta qué siente con los homenajes, porque dice estar muy ocupado para darle un minuto de pensamiento al tema y porque quizás, los que tendrían que responder por él son “toda la gente tan buena y tan comprometida con la que he tenido suerte de compartir”: sus profesores, compañeros, alumnos. “He tenido muy buena suerte”, sentencia.

En menos de un mes, este profesor titular de la Universidad de Chile fue homenajeado en el Congreso de la Sociedad Chilena de Pediatría, donde sus integrantes se peleaban por reseñar su figura hasta que el presidente, doctor Hernán Sepúlveda, dio un golpe en la mesa y, haciendo uso de sus prerrogativas y derechos como autoridad, dijo que él lo haría. Quince días después, sobre el auditorio del Campus Occidente de la Facultad de Medicina brillaba una placa con su nombre y colegas, discípulos y amigos lo aplaudían a rabiar. Y el 13 de noviembre de 2014 será incorporado como miembro honorario de la Academia Chilena de Medicina, distinción que esta entidad hace como reconocimiento a una trayectoria profesional y académica destacada desarrollada en el país, y para la cual se necesita votación unánime de sus integrantes.

“¡La pediatría es tan simpática!...”

Eligió la pediatría porque “tiene la belleza de que uno cree que puede influir en que todo resulte bien en sus vidas. Yo sigo atendiendo niños todos los días y cuando los veo, una cosa que tengo clavada en el corazón es que actualmente la esperanza de vida de las personas es muy larga, y una vez que han cumplido los primeros doce meses, una proporción muy alta va a pasar los 90 y quizás los 100 años. Entonces uno tiene que construir desde ese momento la salud del anciano que va a ser este niñito. Y eso es muy bonito. Además, ¡la pediatría es tan simpática!... De repente llega una guagua de un mes a hacerse un control y mira, sonríe y la pieza se ilumina, y no sólo yo me doy cuenta de eso”.

Pero también eligió la salud pública, gracias a que durante su época formativa se podían cursar especialidades básicas y clínicas combinadas en las llamadas “becas mixtas”. “Creo que fue una idea buena y muy desafiante, porque quienes las implementaron fueron bien inteligentes, pues no las hicieron tan estructuradas y a uno lo dejaban hacer cosas. Y cuando uno se pone a hacer las  cosas, se enamora de ellas y termina siendo su peor verdugo en términos de horas de trabajo que dedica; dentro de mi curso hubo harta gente que se quedó en esto. Fue una buena fórmula”.

Tuvo la misma suerte cuando cursó su master en salud pública en la Universidad de California en Berkeley, así como un major en salud materna e infantil. “Esa universidad tenía 17 Premios Nobel y 11 de ellos estaban en Berkeley, así que era fácil toparse con uno. Como institución tenía una historia bien libertaria, era el pueblo de los hippies. Llegué allá un poco asustado de que me fuera mal y, para mi sorpresa, descubrí que tenían un sistema donde a uno le exigían menos que acá y las cosas estaban menos estructuradas así que, otra vez como en las becas mixtas, dejaban que la gente creara, pensara y a uno lo ponían a conversar con personas que iban a contar sus experiencias”.

“Ha venido a ayudarnos a ser la conciencia de la medicina de Chile”

Eso le permitió conocer otras realidades, como la de las enfermedades crónicas infantiles –acá no habían muchas dada la alta mortalidad de menores en la época-, ver su crecimiento en nuestro país y, “por ello, pude comentárselo a personas bien inteligentes, comenzamos a formar grupos y las ideas empezaron a cuajar”. Así, fue el fundador del comité de niños con enfermedades crónicas, hoy NANEAS: Niños y Adolescentes con Necesidades Especiales de Atención en Salud, de la Sociedad Chilena de Pediatría, tema que además aborda en uno de los seis libros con los que ha aportado al conocimiento en la disciplina.

“Me gustan los estudiantes”

Es quizás por esa disposición al enfrentarse a lo nuevo y a que reconoce que cuando las cosas se hacen por amor son las mejores, es que dice que de los estudiantes “me dieron nuevas esperanzas con el surgimiento de sus nuevos movimientos en estos últimos años, aplicando tecnologías nuevas, convocándose por internet o por celular, muy bien organizados. Esta gente lo hace por amor, lo que quiere decir que dentro del alma de esta generación nueva hay una proporción bien alta que no piensa sólo en sí. Son súper sorprendentes, de alguna forma se las arreglan para ir en la avanzada del cambio, no sé cómo. La canción, que cantaba Ángel Parra, que dice “Me gustan los estudiantes porque son la levadura del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura” los describe bien. Uno está metido dentro de un sistema, sigue las normas, pero ellos llegan de fuera, meten viento fresco y pensamientos nuevos y el sistema se va a la punta del cerro y la mayoría de las veces sale mejorado”.

Y así es que sigue en su querido campus, en el Hospital San Juan de Dios, donde aparte de atender a niños y hacer docencia, ha aprendido “que el San Juan tiene historia, y cuando uno se da cuenta de eso, se mete en la historia del país, porque están muy entronizadas. Nació en la Alameda y anduvo por ahí hasta que llegó a Matucana y acá se insertó en un barrio que tenía mucha tradición. De esa forma uno se va dando cuenta de que todo calza y que las cosas no ocurren porque sí, siempre hay algo detrás que va moviendo los hechos. Y esa historia, en buena medida, es cómo evoluciona el pensamiento, el sentir de la gente”.

Cecilia Valenzuela León

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