La actividad, que contó con la presencia de la decana de la Facultad de Medicina, doctora Cecilia Sepúlveda, fue organizada por la Dirección de Extensión de nuestro plantel, por lo que la doctora Gitith Sánchez, a cargo de esta unidad, agradeció a los autores la generosidad demostrada al compartir sus vivencias y reflexiones en un tema tan relevante tanto para los profesionales de la salud como para todas las personas, “porque en un libro generalmente se expresan pensamientos, más que sentimientos”. Además, relevó que la obra “aunque escrita a tres manos, parece de una sola, porque sus autores logran unificar sus propuestas”.
Profesores Alicia Muñoz, Rigoberto Marín e Ivonne Ahlers.
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Posteriormente, los autores ahondaron en las temáticas planteadas durante un foro moderado por la Subdirección de Comunicaciones y Marketing de la institución y con la participación de un académico invitado, como es el profesor Héctor Díaz, gestor de la Fundación Galia Díaz Riffo.
De esta forma, el doctor Rigoberto Marín, académico de la Escuela de Medicina de nuestro plantel, señaló que “una de las primeras cosas que uno percibe cuando ingresa a la facultad es que en todos los mensajes que se envían se promueve la vida: la prevención de la enfermedad, salvar la vida, curar la patología; pero poco se habla de la posibilidad de la muerte, de las pérdidas. Al analizar la malla curricular que se ofrece a los estudiantes, se puede decir que son temas que se abordan desde lo teórico: cómo dar malas noticias, por ejemplo”. Además, recordó cuando un alumno se inscribió en su CFG “Duelo en los profesionales de la salud” luego de haber terminado una asignatura de psiquiatría para adultos, pese a lo cual no se sentía preparado para dar una información dolorosa a los familiares de un paciente. “Y lo que les interesa a los que toman mi curso es que quieren adquirir las herramientas prácticas para esto. Es posible formar en este tema, desde lo cognitivo y desde las habilidades. En ese sentido estamos al debe con toda nuestra sociedad, porque al hablar de pérdidas generalmente lo asociamos a un psiquiatra o sicólogo, y no siempre tiene que ser así; de hecho, en Europa lo tratan en las escuelas básicas”.
Doctora Gitith Sánchez.
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Al respecto, la profesora Alhers –directora del Departamento de Atención Primaria y Salud Familiar- se refirió al esfuerzo conjunto que significó la creación de esta obra, para luego señalar que “sí podemos aprender de empatía y a ponernos en los zapatos del otro. Podemos saber definiciones teóricas, pero coincido que tenemos una deuda social, porque como sociedad no sabemos enfrentar el duelo, porque festejamos la vida y no celebramos con alegría la muerte, como parte de un proceso. Como enfermera de atención primaria, me tocó ver cómo los profesionales no sabemos enfrentar situaciones dolorosas, como cuando llega una madre con su hijo muerto en brazos, pidiendo ayuda; o cómo los colegas y médicos más jóvenes quedaban muy confundidos luego de la muerte de un paciente, y les enseñé a hacer una pausa para reflexionar, calmarse y no atribuirse culpas por este hecho. Por eso es que es importante formar con empatías, con vivencias, con sentimientos y con la experiencia; a eso los estudiantes le dan mucho valor”.
Mariposas blancas y aviones
Luego, la profesora Alicia Muñoz, docente de la Escuela de Enfermería de la Facultad de Medicina, abordó las complejidades que representa la pérdida de un hijo para una pareja desde lo que fue su experiencia, señalando que “el duelo es un proceso privado; en mi caso, lo terminé cuando hicimos este libro. Lo que sí puedo contarles es que a mi marido y a mí no nos afectó como pareja porque lo vivimos con aceptación y desde la perspectiva de nuestras creencias; no nos culpamos, que es algo que suele suceder”. Respecto de la obra, agregó que “si el libro se ve escrito como por una sola mano, fue porque lo hicimos desde la experiencia, nos unimos en un tema desde nuestras pérdidas significativas, y por eso invitamos a la reflexión, quizás en primer término respecto de lo que pasa con uno en esta situación”.
Profesor Héctor Díaz.
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Por último, el profesor Héctor Díaz, académico del Programa de Biología Celular y Molecular del ICBM, recordó lo que fue la pérdida de su hija, Galia Díaz, en el accidente aéreo de septiembre de 2011–“han pasado casi 1000 días desde entonces”, dijo- y el cariño y preocupación que demostraron académicos y amigos de la Facultad de Medicina, quienes le sugirieron la creación de la fundación que lleva el nombre de la joven, con el fin de completar la misión que quedó pendiente con su fallecimiento, como fue colaborar con la creación de una biblioteca escolar en la Isla Juan Fernández. Posteriormente, añadió, esta obra fue creciendo y no sólo cumplió con la tarea establecida sino que se plantearon la posibilidad de contribuir con la formación y capacitación en temas de salud y educación, “y actualmente se crearon dos centros comunitarios de recursos de aprendizaje, donde el asiento de nuestra acción es la escuela, en dos localidades diferentes de Chiloé”. Pero, agregó, para sobrevivir a su duelo ha tratado de rodearse y de crear imágenes que le recuerden con belleza a su hija, como son las mariposas blancas y el habitual ruido de los aviones, “recordando en el que se fue a Juan Fernández”.
Al momento de las preguntas, los asistentes quisieron ahondar respecto de las bases académicas para la creación de un curso de formación general como el que imparte el profesor Marín y respecto a la relevancia de la preparación profesional para enfrentar esta situación junto a los pacientes.
Cecilia Valenzuela León |
