Nº 257 - 9 de abril de 2013

Trabajo multidisciplinario es premiado por la Fundación Allende Connelly
Leer más..

Hospital San Juan de Dios ofrece su cuenta pública 2012
Leer más..

Elige en qué lado de la balanza estás
Leer más..

Elige en qué lado de la balanza estás

  • La profesora Marta Adonis, docente del programa de Biología Celular y Molecular del Instituto de Ciencias Biomédicas y del Centro de Tecnologías para Cáncer, CeTeCáncer, de la Facultad de Medicina, siempre cuenta dos vivencias a quienes acuden a su laboratorio para hacerse los exámenes que les permitan  saber si tienen riesgo de desarrollar cáncer al pulmón. “Son historias de pacientes reales, sentados donde mismo está sentado usted”, les dice. Al terminar, les pregunta: “¿En qué lado de la balanza está?”.

“Ella es una señora de unos 48 años. Regia, alta, de buena situación económica, vive a las afueras de Santiago en el campo, en una amplia casa que comparte con su marido y sus hijos, ya universitarios. Vino a mi laboratorio a decirme que quiere colaborar con la ciencia, que si de algo puede servir, ella se ofrece para hacerse todas las pruebas”.


Profesora Marta Adonis

“Me cuenta que no es una mujer de salir mucho con sus amistades ni de fiestas. Que tiene un súper marido, un hombre buenísimo con el que ha sido feliz muchos años. Sus hijos ya son universitarios y tienen una familia unida y feliz.  También tiene una gran amiga, desde la infancia,  con la que comparte su mayor gusto, su único vicio: por las tardes, sentarse en la terraza a comer chocolates, tomar café, fumar, leer y conversar. Para ella es su relajo, lo que le da las mayores satisfacciones”.

“Ella me dice que siente que vino a la vida sola y que ha sido enormemente feliz, que formó una familia hermosa y que sus hijos están encauzados y preparados para continuar sus caminos sin su presencia, así como su marido; sabe que él podría seguir bien su propia vida, que no se echaría a llorar si ella faltara”. 

“Su amiga, me añade, piensa del mismo modo. Se pusieron de acuerdo: el día que a una de ellas le diera cáncer, no iban a hacer nada, ningún tratamiento; esperarán tranquilas hasta que el fin llegue, pasando lo peor sólo con productos naturales. Hace cerca de un año a su amiga le detectaron cáncer de pulmón, sin grandes dolores al final de su vida; seis meses después, falleció. El día que murió se reunieron las familias de ambas, sus maridos e hijos, decoraron su habitación de velas y flores, se despidieron con canciones en guitarra y le dieron un adiós lleno de amor y gratitud. Mi paciente me dijo que, si es que estuviera enferma, quiere lo mismo para ella. Porque lloró de emoción, pero no de pena, porque sabe que fue feliz. Esa es mi vida, me dijo; estoy lista para partir, por  lo tanto no voy a dejar de fumar, esa es mi elección”.   

Segunda historia

“Llega un caballero joven, que saca del bolsillo de su chaqueta una cajetilla de cigarrillos y la deja sobre mi mesa. Me dice que la tiene hace tres meses, el mismo tiempo desde que falleció su hermano, a quien le prometió no volver a fumar nunca más, y me la entregó en testimonio de esa promesa. Estoy aquí, me dijo, porque necesito vivir”.

“Me cuenta que es separado, padre de dos hijos universitarios, con quienes mantiene permanente contacto y a los que les da todo lo que necesitan. Su ex mujer es una excelente madre; sabe que si él llega a faltar, sus hijos estarán bien cuidados y sin necesidades”.

“Su hermano tenía también dos hijos, de 20 y 17 años, un poco menores que los suyos, fruto de un matrimonio con una mujer que los abandonó y nunca más los vio. Antes de morir, su hermano le pidió que se hiciera cargo de los niños, porque no tenían a nadie más a quien recurrir, no había otros tíos o abuelos, él era el único familiar que les quedaba. “No te puedes morir”, le imploró, “porque si no, ellos se quedan solos”. Le dejó una casa, para vender o arrendar, y así solventar los gastos que le dieran esos niños. “Yo voy a morir, y desde ese momento tú serás su padre; ya no tienes dos hijos, tienes cuatro. Te ruego que no vuelvas a fumar, porque yo estoy así por un cáncer de pulmón que me dio por el cigarrillo”, le pidió.

“Por eso, él me decía: no me puedo morir, tengo muchas cosas que enfrentar, sacar adelante a mis sobrinos. Hoy yo les cuento estas historias a los pacientes que vienen a hacerse los exámenes para ver su riesgo de cáncer de pulmón, y siempre les pregunto: ¿en qué lado de la balanza está?”

Cecilia Valenzuela León


PULSACIÓN SEMANAL
El Pulso
 © Todos los derechos reservados
elpulso@med.uchile.cl