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Nº 115 - 4 de noviembre de 2009

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PULSACIÓN SEMANAL

elpulso@med.uchile.cl

Maestro de la CitologÍa Latinoamericana
Facultad de Medicina rinde un
homenaje al doctor Rodrigo Prado

  • Reconocido por su excelente trayectoria académica y clínica, quienes trabajaron con él durante más de 20 años agradecieron su generosidad y entrega, así como su visión de un programa que, más allá de los laboratorios, fue un indiscutido aporte a la salud de las mujeres de Chile.

Doctor Rodrigo Prado Buzeta, Maestro de la Citología Latinoamericana.

Quien se refirió a la carrera universitaria y científica del doctor Rodrigo Prado fue uno de sus discípulos y compañero de labor, el doctor José Manuel Ojeda. Con emoción y alegría, recordó breves pasajes de su infancia, su formación en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y sus posteriores estudios en Estados Unidos y Canadá, lugares en que, junto a sus maestros Carol Bebon y Ralph Richart, conoció los secretos de la oncología ginecológica y patología cervical, así como la importancia del diagnóstico temprano en materia de cáncer cérvico uterino: de esta manera, en 1968 fue nombrado experto en la detección y prevención de esta mortal patología por la Organización Panamericana de la Salud, OPS. Al regresar a Chile creó el Laboratorio del Citopatología y Control del Cáncer en el Hospital del Salvador, obteniendo en la década de los ‘70  el apoyo de la Organización Mundial de la Salud, con el cual pudo iniciarse la red de laboratorios en todo el país para la realización del test diagnóstico de esta enfermedad. “Y en el año 2002, el doctor Prado fue a verme, para proponerme la unión de su laboratorio con el mío, que era el de virología; así fue como nació el Centro de Oncología Preventiva, radicado en el Campus Occidente de la Facultad de Medicina, el cual es, hasta hoy, centro de referencia nacional en el examen de Papanicolau”. Finalmente, destacó las grandes dotes humanas y personales del doctor Prado, asimilándolo a este test: “simple, austero, pero altamente efectivo”.

Una vida por la salud

Posteriormente, la jefa del Laboratorio de Citología de este centro, tecnóloga médica Rosita Muñoz, también relevó aspectos brillantes de la carrera académica del homenajeado, refiriéndose especialmente a la disminución en la tasa de mortalidad por esta enfermedad, lograda gracias al trabajo incansable del doctor Prado desde 1965, cuando por un convenio establecido por el Ministerio de Salud, la Universidad de Chile y la OPS se sentaron las bases de lo que sería el futuro programa de pesquisa y control del cáncer cérvico uterino.


El doctor José Manuel Ojeda dedicó un profundo homenaje al doctor Prado.

Más emotivo aún, su hijo Rodrigo –también médico, radicado en Curicó, tierra de su familia- compartió partes de la vida familiar del homenajeado, su constante generosidad y dedicación a la salud de las mujeres chilenas –pues luego de su formación en Estados Unidos y Canadá le ofrecieron hacerse cargo de un laboratorio privado en Nueva York, el cual desechó para dedicarse a su carrera en nuestro país-, así como su persistencia en la masificación del test diagnóstico del Papanicolau.

Gracias, Maestro

Luego, Eugenio Suárez, representante de la Comisión de Cáncer de Cuello Uterino del Ministerio de Salud le entregó un reconocimiento por la labor realizada, y el vicedecano de la Facultad de Medicina, doctor Ennio Vivaldi, destacó que la razón de ser de instituciones como la Universidad de Chile es que atrae a personas excepcionales a ser parte de ellas, que más allá de sus intereses propios son capaces de preocuparse de su entorno y de servir a la sociedad.

Al doctor Prado no le quedaba más que agradecer, en pocas palabras, este homenaje de su equipo y de la Facultad de Medicina. A Amanda Fuller, quien por muchos años también trabajara a su lado, y que ofició de locutora en este encuentro; a Bárbara Wilson, hija de una de las tecnólogas médicas de su grupo, quien interpretó bellamente los tangos “Volver” y “El día que me quieras” así como “All of me” en tono de jazz. A su señora, por la paciencia de tantos años. Pero la Universidad de Chile y todas sus mujeres somos las que, en realidad, tenemos que agradecerle a él.

Cecilia Valenzuela