La exposición abordó los determinantes personales de las conductas antisociales violentas de la juventud a la adultez, la cual inició señalando que los elementos fundamentales en el funcionamiento de la personalidad son sus rasgos, valores y convicciones de autoeficacia, estos últimos definidos como las evaluaciones de las propias capacidades en relación a ámbitos específicos de funcionamiento.
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El doctor Gian Vittorio Caprara. |
Luego, añadió que se puede clasificar a la agresividad en dos de sus formas, como son la impulsiva o reactiva, y la hostil o instrumental. Estos comportamientos agresivos son diferentes según las personalidades, pudiendo establecerse tres tipos: la irritabilidad –entendida como la incapacidad para resistir la frustración o la rabia, a la que se responde con agresión-; la rumiación hostil, que es la propensión a guardar sentimientos rencorosos y deseos de venganza por la ofensa sufrida; y el desempeño moral, que son los mecanismos psicológicos que permiten a los individuos poner en acción conductas contrarias a los propios estándares morales, sin incurrir en sentimientos de autosanción y sin renunciar a los propios principios.
Los puntos en los cuales la autosanción puede estar separada de las conductas dañinas –en el desempeño moral- son, por ejemplo, en la justificación o la comparación ventajosa que el sujeto hace de su conducta transgresiva: “pero si esto no es nada malo comparado con...”; en la minimización de las consecuencias de su conducta dañina, o el atribuir la culpa a la víctima, ejemplificando en que “ella provocó que la violara, por andar con esos vestidos tan cortos”.
La personalidad y el cambio
En ese ámbito, el modelo de los “Big five” representa un marco conceptual compartido de referencia para la descripción de la personalidad, a través del cual interpretar y catalogar las diferencias individuales relativas a los comportamientos agresivos. Estos “cinco grandes” son la extroversión, la amistosidad, la concienciación, la estabilidad emotiva y la apertura mental. Después de un exhaustivo análisis de esta propuesta, señaló que para contrarrestar las conductas agresivo violentas es necesario promover comportamientos sociales intencionalmente dirigidos a beneficiar a otras personas; contrarrestar los mecanismos de desempeño moral y promover convicciones de autoeficacia en la gestión de las emociones y de las relaciones interpersonales.
Contingencia nacional
Durante su conferencia, el doctor Caprara hizo reiteradas alusiones a los recientes sucesos de la actualidad nacional referidos a delincuencia juvenil o adulta, resaltando la necesidad de la intervención temprana y la de formar en el hacerse cargo de las propias responsabilidades y consecuencias de los actos: “Las políticas públicas dirigidas a prevenir las conductas agresivas en los adolescentes y a rehabilitar a menores que han delinquido, no pueden pasar por alto las diferencias individuales y las historias personales; de lo contrario, están destinadas al fracaso”, sentenció al ser consultado específicamente por casos como el del menor Cristóbal C.V., apodado “Cisarro”. Sobre el particular señaló no se puede hacer generalizaciones a partir de situaciones como ésta, sino que “se debe profundizar en la historia particular de ese niño, ver qué tipo de personalidad tiene y analizar los factores genéticos, sociales y ambientales que interactúan sobre él”.
El especialista italiano también dictó la conferencia “Prosocial behavior: determinants, correlates, and longitudinal outcomes”, encuentro que se realizó el 6 de agosto de 2009 en dependencias de la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina.
Cecilia Valenzuela
Daniela Araneda
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