El Ministerio de Educación ha anunciado la modificación de los criterios según los cuales se entrega el Aporte Fiscal Indirecto a las instituciones de educación superior. Hoy, el AFI es un instrumento que obliga a las universidades a mantener altos estándares en su oferta de formación. Si en la actualidad, los mejores estudiantes escogen unas instituciones por sobre otras, su elección se basa en la calidad de aquellas, en consecuencia, el mensaje que entrega el AFI como instrumento asociado a la excelencia, no debiera perderse.
Por otra parte, replantear este financiamiento como un incentivo a las universidades que captan estudiantes provenientes de hogares de escasos recursos, no garantiza de manera alguna el mejoramiento de la oferta académica de las instituciones. Es más, para el Estado de Chile debería ser tarea prioritaria velar por que los cada vez más exiguos recursos del AFI (6% del aporte público a la educación superior) se focalizaran hacia las universidades de mejor calidad . Compartimos inequívocamente la preocupación por mejorar la calidad de la educación en el país, pero si lo que se pretende con esta modificación es corregir la inmoral correlación que se da entre el rendimiento en la PSU y nivel socioeconómico del estudiante, el AFI no es el instrumento a modificar.
Para afrontar la urgente necesidad de disminuir la brecha que en el plano de las oportunidades discrimina a los estudiantes por su condición socioeconómica, creemos que el camino es nítido: mejorar sustantivamente la educación básica y secundaria de carácter pública. Y en lo inmediato, la asignación del cien por ciento de crédito universitario a los estudiantes de los tres primeros quintiles, así como la nivelación de los aranceles reales de las carreras con el de referencia determinado por el gobierno, a nuestro juicio significarían pasos relevantes contra la inequidad en el acceso a la educación superior.
Prof. Dra. Cecilia Sepúlveda
Decana
Facultad de Medicina de la Universidad de Chile
(Publicado en sección Cartas al Director del diario El Mercurio, 17 de octubre de 2008)
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