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Nº 62 - 28 de agosto de 2008

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PULSACIÓN SEMANAL
 
 

Los “anabÓlicos cerebrales” se ponen de moda

  • Algunos estudiantes, investigadores y personas que están ocupando cargos de gran responsabilidad y exigencia han comenzado a utilizar fármacos diseñados para pacientes con problemas neuropsicológicos. Ello porque les permite concentrarse mejor, mantener el estado de alerta y optimizar sus capacidades de memoria, sin embargo los médicos advierten de los riesgos de la automedicación.

El mercado farmacéutico ha producido en los últimos años una serie de drogas orientadas a tratar problemas neurológicos que, sin embargo, han comenzado a ser utilizadas por personas sanas que desean incrementar sus capacidades intelectuales y de atención.


Doctora Andrea Slachevsky

Es el caso del Modafinilo, que se prescribe a quienes sufren de narcolepsia, somnolencia excesiva durante el día, síndrome de apnea y trastornos del sueño asociados con el trabajo y, específicamente, con los turnos laborales.

“Debido a que ayuda a que los individuos se mantengan alerta y despiertos, sumado al hecho de que se vende sin receta retenida, los estudiantes suelen utilizarlo, sobre todo en período de exámenes, y, según se ha publicado en el extranjero, no es extraño que algunos investigadores también lo empleen para aumentar su productividad”, explica la doctora Andrea Slachevsky, académica de la Facultad de Medicina de la U. de Chile.

Otro tanto ocurre con el Metilfenidato, conocido universalmente como Ritalín, medicamento que sirve para estimular el sistema nervioso central y tratar el síndrome de déficit atencional. “Algunas personas que no padecen el trastorno lo toman para concentrarse mejor y mejorar sus capacidades ejecutivas”, añade la neuróloga del Hospital del Salvador y académica del Programa de Farmacología Molecular y Clínica del Instituto de Ciencias Biomédicas.

El problema es que estos medicamentos están orientados a personas enfermas y no sanas, por lo tanto, es difícil prever los efectos secundarios que podría tener su uso indiscriminado. Además, tampoco hay seguridad de que produzcan las consecuencias deseadas, de hecho, en algunas personas tienen el efecto opuesto. “Los resultados son variables porque todo dependerá del nivel basal del sujeto y de componentes genéticos”, advierte la doctora Slachevsky.

Neuroética

La neuróloga también sospecha que las moléculas que se emplean para el Alzheimer podrían despertar interés entre quienes desean mejorar su memoria. De hecho, la discusión sobre el uso inadecuado de ciertos fármacos se extiende al ámbito ético: ¿Es adecuado que la presión social para ser más competitivos e inteligentes esté impulsando a sujetos sanos a tomar psicofármacos destinados a incrementar el rendimiento cognitivo de personas enfermas?

Este fenómeno, comenta la neuróloga, es similar al que ocurre con los deportistas de alto rendimiento que consumen anabólicos para mejorar sus marcas. “Ello nos lleva pensar si es apropiado o no que una persona, invocando el principio de autonomía, desee manipular su cuerpo para estar en condiciones más competitivas. Asimismo, nos obliga a reflexionar sobre la desigualdad porque, probablemente sólo quienes tienen recursos económicos podrán acceder a estos medicamentos, entonces el principio de justicia no se estaría cumpliendo”, comenta.

La doctora Slachevsky plantea parte de esta discusión en el capítulo Tratamientos Farmacológicos en Neuropsicología, que aparece publicado en el libro Tratado de Neuropsicología Clínica , un texto de 673 páginas redactado por profesionales latinoamericanos y editado, entre otros, por los médicos de la U. de Chile Andrea Slachevsky y Patricio Fuentes y los doctores argentinos Edith Labos y Facundo Manes, el cual próximamente estará en venta en el país.

Asimismo, la especialista destaca que las investigaciones actuales en neurociencias permiten comprender las bases neurobiológicas de la conciencia, comportamientos sociales, moralidad, toma de decisiones y de las principales enfermedades psiquiátricas.

Según señala, la neuroética enfrentaría problemas de dos tipos: los que están relacionados con los avances técnicos (neuroimágenes, psicofarmacología e implantes cerebrales) y con los problemas filosóficos.

En el caso específico del uso de psicofármacos por parte de personas que no están enfermas, la “profesora Marta Farah, sostiene que existe un cuestionamiento a nuestros conceptos de esfuerzo personal, capacidad de superación, autonomía e incluso el valor de los individuos comparado con el de las cosas”.

En otras palabras, dice la doctora Slachevsky, “¿Estamos haciendo trampa si mejoramos nuestro rendimiento laboral con el uso de psicoestimulantes sólo porque nos sentimos amenazados por una sociedad altamente competitiva?”.

Cecilia Coddou