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Nº 49 - 12 de mayo de 2008

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PULSACIÓN SEMANAL
 
 

El duelo en los niÑos y la negaciÓn de la muerte

  • Los preescolares creen que el difunto siente y piensa, y que la muerte es reversible y provisional.

Los preescolares experimentan la pérdida de un ser querido de manera totalmente diferente a los adultos, de hecho en general utilizan la negación como mecanismo de defensa. Por eso, a pesar del momento tan difícil que la familia está atravesando, conservan su capacidad para disfrutar la vida.

Aún más, en los niños de entre 3 y 6 años la noción de desaparición irreversible, que está implícita en la muerte, no puede ser aprehendida, ya que su psiquismo no les permite manejar las categorías de ausencia-presencia y transitorio-definitivo.

“Creen que la muerte es reversible y provisional, incluso que el muerto siente y piensa. Es por ello que a esta edad se pueden referir a la persona fallecida en tiempo presente”, explica la psicóloga y académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Oriente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Anneliese Dörr.

Añade que, debido a lo anterior, es fundamental que los adultos a cargo de los menores les brinden sostén y respeten sus defensas que son necesarias para que puedan procesar las pérdidas, sin exigirles, por lo tanto, que hagan un duelo similar al de los adultos. “Si el niño no llora o no habla de la persona fallecida con pena o si juega a morir y resucitar, no quiere decir que esté viviendo patológicamente el duelo, se trata más bien de que quiere seguir siendo niño y que no está psíquicamente capacitado para aprehender el difícil y misterioso fenómeno de la muerte”, apunta.

Con el paso del tiempo, resalta Anneliese Dörr, se irá preparando lentamente para hacer el trabajo de duelo, lo que suele acontecer recién en la adolescencia. Por lo tanto, si como preescolar su forma de razonar carecía de lógica y no manejaba conceptos tales como universalidad de la muerte o terminación de funciones, en la etapa escolar surgirá el pensamiento lógico, que le permitirá entender con claridad la diferencia entre apariencia y realidad. Aún así no tendrá la capacidad de pensamiento abstracto, por lo que seguirá usando, aunque en menor medida, el mecanismo de la negación.

“En la etapa escolar el razonamiento es muy concreto, para ellos la realidad es dicotómica: las cosas son buenas o malas, lindas o feas, en otras palabras, hay cierta incapacidad para considerar los matices de una situación. De hecho, este mismo concretismo los conduce a veces a sentir pavor ante la muerte, ya que se imaginan vívidamente el estado de inmovilidad dentro del cajón cerrado o la descomposición del cadáver”, apunta la psicóloga.

Además, como todavía no manejan en forma apropiada las nociones de tiempo en relación a lo definitivo y transitorio, al escolar le interesa saber, por ejemplo, dónde estaba él antes de nacer. “Por eso los conceptos de vida eterna que entrega la religión son tan necesarios, funcionales y amables para una elaboración no patológica del duelo”, agrega Anneliese Dörr.

Adolescencia


Psicóloga y académica
Anneliese Dörr

Cuando el niño se hace adolescente es capaz de pensar en un nivel más alto, pudiendo analizar filosofía, construir teorías y elaborar reformas sociales. Asimismo, se da cuenta que existen cosas que no tienen una respuesta definida.

“En esta etapa el niño abandona el mecanismo de la negación y comienza a buscar a la persona que había perdido en la niñez, ya sea a través de fotos, preguntas o relatos de los demás. Se inicia entonces su trabajo de duelo”, apunta la académica.

Cuando la pérdida ocurre en la adolescencia a veces el proceso puede verse complicado ante la muerte de uno de los padres, ya que este período coincide con una etapa de la vida en que quieren emanciparse de sus progenitores, lo que los lleva a vivir la pérdida con mucha culpa.

En algunos casos los jóvenes piensan que en estas circunstancias deben comportarse como “adultos”, por lo que se concentran en sostener y apoyar al resto, sin permitirse el desahogo, lo que posterga su propio trabajo de duelo.

Por ello, agrega, el adulto siempre debe respetar los tiempos de los niños de acuerdo a las etapas que están viviendo, brindándoles compañía, seguridad y protección, sobre todo porque en la infancia a lo que realmente temen es al abandono y no así a la muerte.

Duelo

La psicóloga Anneliese Dörr, junto a sus colegas María Elena Gorostegui, Claudia Ornstein y Sonia Jara, desarrollaron ampliamente el tema del duelo en el libro Psicología General y Evolutiva , que publicaron el año 2007.

En el capítulo Nº 15 señalan que en 1915 Sigmund Freud introdujo el término de duelo para referirse a un afecto normal que se presenta en los seres humanos como reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, libertad o un ideal. Esta definición corresponde a lo que hoy se conoce como duelo normal, sin embargo, existe una forma particular de vivir el duelo que Freud llamó melancolía, en que el deudo se siente empobrecido y afectado en su propio yo.

“Durante el proceso de duelo se describen una multiplicidad de sentimientos, cogniciones y conductas más o menos típicas. Entre los sentimientos que se expresan se pueden distinguir tristeza, rabia, culpa, autorreproche, ansiedad, soledad, fatiga, apatía, indiferencia, impotencia, anhelo, liberación, alivio e insensibilidad, entre otros”, explican las psicólogas.

Las conductas más comunes que presenta la persona son: trastornos del sueño, ingesta desordenada de alimentos, distracción, aislamiento social, evitación de los recuerdos, suspiros, hiperactividad, sueños con la persona fallecida, llanto, visita a lugares significativos y atesoramiento de objetos relacionados con el desaparecido.

La duración de un duelo normal es de entre 6 meses y un año, hasta que la persona recupera el ánimo productivo.

Fases del duelo

Un duelo normal, es decir, aquél en que la persona logra regresar a un nivel de funcionamiento psicológico similar al que se encontraba antes de que ocurriera la pérdida, tiene varias fases identificables: embotamiento de la sensibilidad, anhelo y búsqueda de la figura perdida, desorganización y desesperanza, reorganización y completación.

“Cuando se completa el trabajo de duelo la persona perdida no es olvidada, sino integrada como un recuerdo positivo que muchas veces proporciona fuerza interior para enfrentar los nuevos desafíos que trae la vida”, explican las profesionales.

Finalmente, añaden, el duelo patológico acontece cuando la persona no es capaz de emanciparse de los lazos con el difunto y reorganizar su vida.

Cecilia Coddou