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Nº 16 - 13 de julio de 2007

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PULSACIÓN SEMANAL

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Los Últimos dÍas del Hospital San Vicente de Paul
AdiÓs a los Auditorios EgaÑa

En una solemne ceremonia realizada el 12 de julio de 2007 fueron despedidos los últimos vestigios de lo que fuera el Hospital San Vicente de Paul, donde residieron los auditorios Egaña y la Escuela de Nutrición y Dietética, pues esas construcciones pronto serán demolidas, debido a su peligrosa fragilidad estructural.


Doctora Cecilia Sepúlveda descubre
la placa recordatoria.

El encuentro estuvo encabezado por la decana de la Facultad de Medicina, doctora Cecilia Sepúlveda, y por el director del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, doctor Carlos Celedón, y contó con la participación de la familia del doctor Enrique Egaña Baraona, distinguido académico y profesor de la Cátedra Extraordinaria de Fisiopatología quien emplazó en el lugar su recordado Laboratorio de Medicina Experimental.

El encuentro se inició con la presentación de César Leyton, historiador a cargo del Museo Nacional de Medicina, quien se refirió al movimiento liberal gobernante en el país durante el siglo XIX, el cual justificó y dio paso a la construcción de dos hospitales, como fueron el San Vicente de Paul y el Salvador, con el fin de reducir los índices de mortalidad, en especial la infantil, y atender a las necesidades sanitarias de la población frente a epidemias como podrían ser de cólera o sífilis. Recordó que su construcción fue inspirada en la corriente medieval, lo cual se puede apreciar en el nombre que llevaban las salas, dedicadas a santos católicos, e incluso en su arquitectura, pues los respiraderos tenían forma de cruz y en el centro estaba emplazada la actual Capilla San Vicente de Paul.

Así, mencionó que en las dependencias de este recinto se cobijaron prisioneros bolivianos y peruanos durante la Guerra del Pacífico, y en agosto de 1891 acogieron a casi 2.000 heridos de las batallas de Concón y Placilla. Además, en estas salas trabajaron médicos tan ilustres como los doctores Vicente Izquierdo, Federico Puga Borne, Manuel Barros Borgoño, Lucas Sierra, Carlos Monkeberg, Roberto del Río, Carlos Sazié y José Joaquín Aguirre, quien convirtió al San Vicente de Paul en un hospital clínico de docencia universitaria. Finalmente, agradeció a la doctora Cecilia Sepúlveda, por el deseo de rescatar el patrimonio histórico de la institución, y a Luis Núñez, funcionario del plantel, quien le propusiera la posibilidad de rescatar algunos de las aposentadurías instaladas en el lugar.


La familia del doctor Egaña.

Posteriormente, el profesor Juan Ignacio Egaña Moreno, hijo del doctor Egaña, quien se desempeña en el Departamento de Fomento de la Producción Animal de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias de la Universidad de Chile, hizo sentidos recuerdos familiares y de su infancia, transcurridos en estos auditorios. Por ejemplo, dijo que durante las habituales visitas dominicales a estas instalaciones, a él y sus hermanos les llamaba poderosamente la atención “el gran salón central, dividido parcialmente en boxes en los que se ubicaban los grupos de alumnos para trabajar durante sus pasos prácticos. Mi padre se ubicaba frente a los boxes y mediante el uso de micrófono –considerado un instrumento docente avanzado- impartía las instrucciones a estudiantes y ayudantes”. De la misma forma, relató sus anécdotas con los equipos de medicina nuclear y los bioterios, señalando que su padre hizo de éste no sólo su lugar de trabajo, sino que gran parte de su vida y mundo intelectual estaba dentro de sus paredes, como su completa biblioteca, que fuera donada a la Facultad de Medicina.

Luego, la doctora Cecilia Sepúlveda hizo hincapié en la importancia del rescate del patrimonio cultural del plantel, así como del aporte hecho por sus profesores, como fue el caso del doctor Egaña, quien debió instalarse en estas dependencias luego del incendio que afectara a la Facultad de Medicina a fines de la década del '40. “Yo conocí al doctor Egaña a fines de los '80, y siempre me llamaba para contarme los últimos avances en una patología a la que me dediqué, como es el sida, y me impresionaba con su capacidad de vigencia y actualidad, que siempre lo motivó a estar al día en diferentes temas. A él también debí muchas veces pedirle este auditorio, cuando concluimos que la docencia en grandes grupos no era tan provechosa como en grupos más pequeños, para un trabajo más personalizado”. Tras estas palabras, descubrió la placa que acompañará a algunas de las butacas del auditorio, que pasarán a integrar la colección del Museo Nacional de Medicina, silencioso recuerdo de las decenas de generaciones de alumnos que pasaron por ellas y hoy contribuyen a la salud de Chile.

Cecilia Valenzuela