Nº 323 - 30 de diciembre de 2014

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Cuando servir es la elección

  • Dos médicos de la Universidad de Chile fueron destacados por la edición especial de Revista El Sábado, del Mercurio, dedicada a los líderes jóvenes del país durante el 2014. Sus caminos –uno por la innovación, otro por la labor asistencial- convergen en el mismo sendero común: el compromiso social como bandera de lucha contra la desigualdad en salud.

“Mi familia murió en hospitales públicos de regiones”, dice el doctor Juan Contreras, “y con esa carga llegué a estudiar Medicina a la Universidad de Chile”. “Por causas que en Santiago habrían sido dados de alta o hubieran tenido una mejor calidad de vida”.


Doctor Sebastián Silva

“Soy el primer neurólogo infantil en la historia del Hospital de Ancud  que llega a prestar servicios para retribuir la formación de especialista que el Servicio de Salud de Chiloé me financió en el Hospital San Borja Arriarán, campus centro de la Facultad de Medicina”, explica el doctor Sebastián Silva.

Sus testimonios hablan no sólo de motivaciones personales en tanto puntos de inflexión de sus respectivos procesos formativos; también celebran lo que han sido sus proyectos de vida, en los que cada uno, a su manera, decidió encarnar la misión y el sello que esta institución enseña e imprime a sus egresados.

“El foco siempre es el problema”

“El Estado no puede resolverlo todo. Y si lo intentara, hay problemas en los que lo haría mal, de forma cara e ineficiente”.

Pero hay un enorme problema sanitario por resolver. “La retinopatía diabética deja ciegos a muchos pacientes, pese a que ya se cuenta con el conocimiento médico, la tecnología y los tratamientos para que eso no suceda. Pese también a que hay recintos asistenciales privados que cuentan con esos avances y a que existen organizaciones no gubernamentales, voluntariados y corporaciones de distinto origen abocados a resolverlo”, sentencia el doctor Contreras.

Esa disyuntiva fue la que marcó su carrera de pregrado y, posteriormente, sus estudios de doctorado en Ciencias Biomédicas. “Me hizo ruido el que, por un lado, investigamos y generamos nuevos conocimientos y por otro, cuando toca trabajar en el servicio público, uno se da cuenta de que esos avances no se aplican, lo cual reafirmé cuando me desempeñé en el Centro de Salud Familiar Cristo Vive”, agrega.

Por eso, junto al que en ese momento era un residente de Oftalmología y un ingeniero informático, además del financiamiento del programa Startup de Corfo, decidieron crear Retidiag. “Es una plataforma informática y una metodología de trabajo, gracias a los cuales se optimiza el proceso de detección oportuna del paciente con esta patología, centrándose en los usuarios de los centros de atención primaria de salud, que es donde se atiende el 80% de la población”, explica.

De esta manera, su emprendimiento –privado, con rentabilidad sustentable y responsabilidad social y ambiental- permite que los municipios o corporaciones de salud que gestionan los consultorios liciten la prestación de sus servicios, según los cuales periódicamente un profesional tecnólogo médico lleva al respectivo recinto un equipo ambulatorio de cámaras fotográficas no midriáticas, con los que se registran imágenes de fondo de ojo de los usuarios diabéticos de sus consultorios, las cuales son subidas a la plataforma y analizadas de manera remota por oftalmólogos o médicos capacitados en la detección de anormalidades en la retina. “Así, los resultados de estos exámenes se transforman en un respaldo justificado para la derivación de esos pacientes al centro de salud de referencia, para que sean diagnosticados y tratados oportunamente. Y esto, sin que la persona pague nada y sin que el municipio tenga que invertir en la contratación de especialistas ni en la adquisición de los equipos, cada uno de los cuales cuesta cerca de diez millones de pesos. Sólo tienen que tener una sala vacía, un enchufe y pacientes”.  

Las claves del éxito de esta iniciativa fueron la oportunidad –“nació en un momento en que se juntaron una mejor accesibilidad a estos equipos debido a la baja en sus precios, una amplia penetración de internet a nivel nacional y la demanda de una creciente población diabética”- y la existencia de recursos en los municipios, “que como única dificultad deben ser redistribuidos para permitir este servicio a los usuarios”, sentencia el doctor Contreras.

“El Estado no puede resolverlo todo; por otro lado, hay privados a los que les interesa obtener altas rentabilidades y ahí están sus grandes empresas de salud. Y entre medio está un enorme grupo de población que no alcanza a ser atendida por el servicio público y no le interesa a los privados, como es la clase media que pertenece a Fonasa, que puede comprar un bono y que podría ir al consultorio, pero no le gusta y no lo hace porque no cubre sus necesidades”.

Retidiag fue recientemente premiado por el programa Demand Solutions del Banco Interamericano de Desarrollo, que pone en contacto a emprendedores de Latinoamérica para fomentar el alcance continental de sus respectivas propuestas. “La principal lección que saqué es que el mundo no es tan grande como parece”, dice sonriendo el doctor Contreras. De esta forma, “una vez que hayamos consolidado nuestra estrategia y aprendido a trabajar muy bien en Chile” –en el proceso de escalamiento nacional ya han llegado ocho comunas de Santiago y a consultorios de la segunda, quinta, séptima y novena regiones-, “esperamos saltar a países que tienen sistemas sanitarios y problemas parecidos a los nuestros, como Perú, Colombia, México y Brasil”.

Y es que, finaliza, “el foco siempre es el problema, y buscar su solución. Que ningún diabético se quede ciego por no haber sido detectado a tiempo”. 

Haciendo patria


Doctor Juan Contreras

El doctor Contreras nació en Ancud. En esa isla vivió en carne propia los rigores de la salud pública. Y allí se desempeña hoy el doctor Sebastián Silva, quien recibió el título de médico cirujano en la Pontificia Universidad Católica y se especializó como neurólogo infantil en la Facultad de Medicina de la Casa de Bello, gracias al convenio que estableció con el Servicio de Salud de Chiloé, el cual financió su programa de postítulo.

“El sello de la Universidad de Chile es clarísimo: La vocación de servicio público, el jugársela por los pacientes, que estos sean la prioridad a pesar de las dificultades externas como las trabas propias del sector como es la falta de recursos. Si uno se mueve, es proactivo y tiene la voluntad de dar una buena atención, se puede entregar una atención de calidad y altísimo nivel.  Ejemplo de esto, a mi parecer, son los hospitales públicos que son campus clínicos de la Facultad de Medicina”.

La realidad que le tocó aprender como residente en el Hospital San Borja Arriarán, agrega, lo preparó “plenamente” para la que es su destinación actual. “La ventaja de formarse allí, en el caso particular de Neurología Pediátrica, es que es Centro de Derivación Nacional para estas patologías, con un servicio que funciona excelente, con docentes formadas en el extranjero, subespecialistas en diversas áreas y con todos los recursos necesarios para la disciplina; incluso, algunos exámenes que son enviados al extranjero. Por eso uno no ve sólo pacientes de Santiago sino que provenientes de todo Chile, desde distintas determinantes individuales, familiares y sociales.

El doctor Silva cuenta que como es el primer neurólogo infantil en el Hospital de Ancud, “la principal dificultad ha sido armar todo lo necesario para ejercer esta especialidad aquí, en particular por exámenes diagnósticos que el hospital no ofrece y que para solicitarlos tienen que pasar por aprobación previa del comité de compra, con una respuesta no siempre satisfactoria debido a la escasez de recursos; también ha sido necesario que el recinto compre medicamentos de los que no se disponían para mis pacientes”. En todo caso, aclara que no está tan solo como parece en esta cruzada: “Parte de este trabajo se ha visto facilitado por la experiencia en el Hospital de Castro de mi colega, la doctora Claudia Sáez, también sanborjina, quien fue la primera neuróloga infantil en llegar a la isla hace dos años, y pasó por lo mismo.  Por eso, cuando necesito algo le pregunto cómo lo hizo, cuál fue su gestión.  Además, uno sigue teniendo el apoyo de los colegas del San Borja, que como centro de derivación nos ayuda recibiendo aquellos pacientes que por falta de recursos o de insumos diagnósticos no podemos resolver acá”.

¿Cómo cree que el sistema público de salud podría mejorar la accesibilidad y cobertura a los habitantes del sector? 

Precisamente lo que falta es mejorar los centros de atención primaria de la isla, como son los consultorios; pero, sobre todo, los hospitales, en especial los grandes como los de Ancud, Quellón y Castro. Estos carecen de la infraestructura adecuada –por eso están en proceso de normalización-, de recursos técnicos y también humanos. No sólo faltan médicos especialistas, sino también otros profesionales de salud como fonoaudiólogos o terapeutas ocupacionales.  Además, es indispensable optimizar la red de derivación tanto dentro de la isla como también hacia el continente. Así se podría estimular que médicos, especialistas y profesionales del equipo de salud se queden en el sector público y, más aún, en regiones, pues mejoraría la resolutividad a nivel local de los pacientes, sin la necesidad, dificultad y frustración de tener que enviarlos lejos. Porque lo que pedimos no es para nosotros, sino para ellos, los pacientes.

Además de su labor asistencial hospitalaria, el doctor Silva se encuentra abocado a capacitar a los médicos generales de la zona en el diagnóstico de la mucopolisacaridosis, a solicitud de la Fundación de Personas con Enfermedades Lisosomales de Chile, FELCH. “Al ser una enfermedad infrecuente, también llamada rara o huérfana, no existe mucho conocimiento sobre ella entre los médicos, y por lo tanto su sospecha y diagnóstico es bajo. De ahí que la FELCH me haya pedido recorrer la isla capacitando a los colegas de los distintos hospitales y consultorios, para mejorar su  diagnóstico y procurar un tratamiento precoz, disminuyendo sus complicaciones a largo plazo.  He tenido una muy buena acogida, todos los médicos sin excepción se han mostrado muy agradecidos que uno se acerque espontáneamente a hablarles de un tema, reflejando su interés y necesidad de capacitación en esta y otras patologías. Esto, sin duda, permitirá reforzar la atención primaria; incluso ya estoy coordinando el volver a algunos de estos centros a capacitarlos en algunos temas generales y prevalentes de mi especialidad, a petición de ellos mismos. Sería bueno, a futuro, motivar a otros colegas de otras especialidades a hacer lo mismo”.

Cecilia Valenzuela León

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