Nº 316 - 14 de octubre de 2014

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EPOC: Pasos para mejorar la calidad de vida

  • Proyecto Fonis liderado por la doctora Laura Mendoza, jefa de la mencionada unidad del recinto asistencial, analizó el efecto de las caminatas diarias incentivadas entre los pacientes de enfermedad pulmonar obstructiva crónica mediante el uso de contador de pasos. Ello, junto a la consejería y el apoyo del equipo de salud, tuvo un significativo aumento en la calidad de vida de estas personas. Los resultados fueron publicados a fines de septiembre en la European Respiratory Journal.  

La enfermedad pulmonar obstructiva crónica es la obstrucción progresiva y generalmente irreversible de las vías aéreas. Su mayor incidencia está entre las personas expuestas a humo de tabaco y su síntoma principal es la disminución de la capacidad respiratoria, que aumenta con el paso de los años y ocasiona un deterioro considerable en la calidad de vida de los individuos afectados, pudiendo ocasionar una muerte prematura. “A estos pacientes, en especial cuando recién está empezando la EPOC, se les indica que aumenten su actividad física, pero no lo hacen, tanto porque ellos mismos como su entorno familiar creen que se van a sentir peor si se ejercitan”, sostiene la doctora Mendoza.


La doctora Laura Mendoza y la kinesióloga Paula Horta.

Por eso, el año 2010 obtuvo recursos de Fonis para implementar el proyecto denominado “Efecto del incentivo de la actividad física mediante el uso de los contadores de pasos sobre la capacidad de ejercicio en pacientes con EPOC”. Para ello, en conjunto con la kinesióloga del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del HCUCH Paula Horta; con especialistas del Departamento de Enfermedades Respiratorias de la Pontificia Universidad Católica de Chile y del National Institute for Health Research Respiratory de Londres y con la activa participación de estudiantes de la Facultad de Medicina pertenecientes al programa de Ayudantes Alumnos, reunió a un centenar de pacientes de ambos sexos con diagnóstico de EPOC confirmado, los cuales se atendían ya sea en el recinto asistencial o en consultorios de atención primaria de las comunas de Independencia, Recoleta y otras, y cuyo promedio de edad resultó ser de 68 años. A todos se les hizo una completa evaluación basal “con  espirometría, prueba de caminata de seis minutos y cuestionarios para evaluar su disnea –la escala Medical Research Council Modificada (mMRC)- y calidad de vida, mediante cuestionario de Saint George y COPD Assessment Test (CAT)”. Luego de ello, se les tomó el promedio de los pasos diarios –cifra que no superó los 4.000- y, finalmente, se randomizó a los participantes en dos grupos, uno experimental y otro de control.

“A ambos grupos se les hizo consejería respecto de la importancia de la caminata diaria, así como se les dieron cuadernillos tipo bitácora, para que anotaran al término de cada jornada si es que habían tenido episodios de exacerbación de EPOC, cómo se habían sentido y si es que habían hecho ejercicio”, añadió la especialista. Pero en esos cuadernos, los integrantes del grupo experimental debían anotar, además, el número de pasos que habían dado, medidos por los contadores de pasos que se les entregaron. “Les enseñamos a usarlos y resultaba muy fácil, porque una vez que se levantaban se lo ponían como collar y, al acostarse en la noche, se lo sacaban y anotaban el número alcanzado”.

Mejora en la calidad de vida

De esta forma, a los integrantes del grupo experimental se les incentivó a aumentar mensualmente los pasos, de manera de tratar de alcanzar el óptimo recomendado por la OMS de 7.000 pasos diarios para las personas con enfermedades respiratorias crónicas. “Si partían con 4.000, se les pedía que para el control del mes siguiente llegaran a 7.000; si iniciaban con 6.000, se les solicitaba que llegaran a 9.000”, añade la especialista.

Los chequeos mensuales arrojaron que durante los primeros 30 días, los participantes del grupo experimental aumentaron a cerca de 6.000 pasos; a lo largo del segundo llegaron a los 7.000, cifra que mantuvieron o elevaron levemente al tercer mes.

“Con eso demostramos que esta intervención es útil para incrementar la actividad física. Al finalizar el tercer mes los evaluamos nuevamente y comparamos el promedio de pasos al inicio y al término del programa, y la diferencia en el grupo experimental fue de 3.000 pasos, mientras que en el grupo control, a cuyos miembros no se entregó un contador, aumentaron sólo 138 pasos, que no es nada”.  Estos resultados se correlacionan, dice la doctora Mendoza, con que “también tuvimos  beneficios demostrados, significativos estadística y clínicamente, en los indicadores arrojados por la aplicación de los cuestionarios de calidad de vida, que mejoraron por el incremento de la actividad física”.

Estos logros alcanzados, recuerda, “fueron posibles pese a que tuvimos pacientes que tuvieron problemas para aumentar su cantidad de pasos diarios, pues algunos no salían ya sea por miedo a sentirse peor, por las condiciones del clima, por el estado de las calles de su sector o por temor a la delincuencia”.

Además, agrega la especialista, “queremos profundizar respecto de los resultados positivos que obtuvimos, estudiando si es que el grupo experimental continuó con esta actividad física, así como el hecho de que ellos presentaron un menor número de episodios críticos de exacerbaciones de EPOC”.

Estos indicadores, sentencia, apuntan a que se podrían hacer intervenciones similares entre pacientes de EPOC a nivel de atención primaria. “Los programas de rehabilitación pulmonar para estos enfermos ya están en la canasta de prestaciones AUGE, pero aún no se pueden implementar del todo por su alto costo, ya que se requiere de trabajo en gimnasio con equipos multidisciplinarios; además, para las personas sería más difícil asistir a tratamiento dos veces a la semana, durante dos meses y medio, que acudir a control una vez al mes”.

 Cecilia Valenzuela León

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