Nº 308 - 11 de julio de 2014

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Investigarán vinculaciones entre demencias frontotemporales y Esclerosis Lateral Amiotrófica

  • Científicos de diferentes vertientes de la neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile estudiarán la creciente relación entre ambas patologías,  que lleva a que un 15% de los pacientes que sufre de una de ellas esté aquejado, también, por la otra.

Ambas son enfermedades neurodegenerativas: una afecta la cognición y la otra el sistema motor. “Por lo mismo, son muy distantes en sus fenotipos clásicos, pero hace unos cinco años investigaciones internacionales las comenzaron a imbricar”, explica el doctor José Manuel Matamala, del Departamento de Ciencias Neurológicas Oriente de la Facultad de Medicina y tesista del Programa de Doctorado en Ciencias Médicas. De hecho, añade que el 15% de los pacientes de ELA cumplen criterios para el diagnóstico de Demencia Frontotemporal, DFT, y viceversa.


Doctores Patricia Lillo, José Manuel Matamala y Andrea Slachevsky

Además, ambas patologías son de difícil diagnóstico; “en el caso de ELA llegar a una conclusión diagnóstica se demora aproximadamente 14 meses”, añade el doctor Matamala, “y en las DFT los pacientes tardan en llegar, porque pasan mucho tiempo en atención psiquiátrica, de la cual son derivados al no tener una respuesta positiva a los tratamientos·, informa la doctora Andrea Slachevsky, académica del mismo departamento, del ICBM e integrante de la Unidad de Neurología Cognitiva y Demencias del Hospital del Salvador, quien es coinvestigadora de un proyecto Fondecyt dedicado a las DFT, que lidera el doctor Agustín Ibáñez, del Núcleo UDP-Fundación INECO para las neurociencias, NUFIN, de la Universidad Diego Portales.

De esta forma, y con la experiencia que suma la doctora Patricia Lillo, del Departamento de Neurología del Campus Sur de nuestro plantel y del Hospital Barros Luco Trudeau –quien realizó un doctorado en Neurociencias en la Universidad de Sidney y se especializó en DFT- estos tres investigadores trabajarán en conjunto para conocer las características demográficas y clínicas de los pacientes de ambas enfermedades en Chile, “ya que hasta el momento desconocemos su epidemiología”, acota la doctora Slachevsky”. Pero, además, para determinar la utilidad de pruebas neuropsicológicas en el diagnostico de DFT; conocer la existencia de trastornos neuromusculares en pacientes con esa patología y, a su vez, ahondar en la existencia de trastornos cognitivos y conductuales en individuos con ELA. Adicionalmente, el equipo de investigadores está integrado por los doctores José Luis Castillo, del Departamento de Ciencias Neurológicas Oriente;  Daniel Valenzuela, del Departamento de Neurología Sur; Agustín Ibáñez; Renato Verdugo, de Clínica Alemana-UDD y Patricio Manque, del Centro de Genómica y Bioinformática de la Universidad Mayor.

“Queremos determinar el impacto de estas enfermedades –en cuanto calidad de vida, sobrecarga y costos- en la persona y su entorno, para hacer conciencia social y entre los especialistas de la necesidad de un mejor diagnóstico. Pero, además, a futuro crear un centro de investigación biomédica en demencia frontotemporal y  enfermedad de motoneurona, que pueda contar con un banco de muestras de sangre y de líquido cefalorraquídeo para posibles estudios genéticos y de biomarcadores, que facilite tanto la realización de nuevos proyectos como la formación de residentes en las especialidades de neurología, psiquiatría, neurología cognitiva y neurofisiología clínica”, agrega la doctora Slachevsky.

Según sentencia el doctor Matamala, “la idea es entender el juego que explica la heterogeneidad fenotípica, haciendo una aproximación multinivel: analizar sus características clínicas, electrofisiológicas –mediante electromiografía, velocidad de conducción y potenciales evocados-, evaluar indicadores estructurales y funcionales del cerebro, pero también conocer su genética, de manera de analizar cómo cada una de las variables puede tener un peso relativo en la determinación de un fenotipo clínico, lo cual es muy relevante porque determina la sobrevida del paciente, pues quienes tienen ambos trastornos tienen pronóstico menos alentador”.  

¿Qué son las demencias frontotemporales y ELA?

La doctora Lillo explica que son la segunda causa de demencia neurodegenerativa en menores de 65 años –aparecen en la edad media de la vida-, y se caracterizan por presentar trastornos conductuales y/o de lenguaje que causan severo estrés familiar. “Tiene tres presentaciones clásicas. La variante conductual presenta desinhibición, impulsividad, pérdida del decoro, conductas estereotipadas, cambios alimentarios tanto hacia la hiperfagia o a la preferencia por ciertos productos, en especial los dulces; además, falta de empatía y de simpatía. Por último, marcada apatía con disminución de la iniciativa y trastorno des-ejecutivo, en el cual el paciente no es capaz de organizar sus cosas y pierde actividades instrumentales”.

Los trastornos de lenguaje “aparecen como una afasia progresiva no afluente –en la que al paciente le cuesta encontrar las palabras pero también hablar, siendo inicialmente consciente del déficit- o como una demencia semántica, en la que la persona habla sin problemas pero el contenido no es atingente ni comprende lo que le dicen. Las dos van progresando con la enfermedad y en etapas terminales también tienen problemas conductuales”.

El paciente más famoso del mundo con ELA es el físico Stephen Hawking. “Esta es una enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular que se origina cuando unas células del sistema nervioso llamadas motoneuronas disminuyen gradualmente su funcionamiento y mueren, provocando una parálisis muscular progresiva de pronóstico mortal: en sus etapas avanzadas los pacientes sufren una parálisis total y falla respiratosia”, añade el doctor Matamala.

Por la dificultad diagnóstica que presentan ambas patologías, otro de los fines establecidos por este equipo apunta a establecer y determinar biomarcadores en los dos casos, “porque los diagnósticos se basan en criterios clínicos, cuya aplicación genera un retraso importante. Por ejemplo, la sobrevida media en ELA es de tres a cinco años, y si se pierden 14 meses en el diagnóstico, se gasta entre un 30% y un 40% de ese tiempo, que es cuando los enfermos pueden entrar en estudios clínicos para probar nuevos tratamientos, por lo que básicamente se están reclutando en estadios muy avanzados, cuando la oportunidad de intervención terapéutica es escasa. Tener estos biomarcadores –que pueden ser imagenológicos, cognitivos o bioquímicos, como proteínas o RNA de líquido cefalorraquídeo, los cuales son algunos de las áreas que vamos a estudiar- permitirá hacer diagnósticos más precoces y sustituir alguno de los criterios clínicos”, aclara el doctor Matamala.

Cecilia Valenzuela León


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