Nº 290 - 14 de enero de 2014

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Y si es que los tienen, son ilusorios e irreales
Marihuana mata los proyectos de los jóvenes

  • Así lo demostró estudio cualitativo de la doctora en Psicología y académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Oriente de la Facultad de Medicina, Anneliese Dörr.

Doctora Anneliese Dörr

“Los jóvenes que consumen marihuana ven claramente perjudicada su vivencia de la temporalidad, lo que redunda en que no tienen proyectos de futuro y, de tenerlos, son fantasiosos e irreales”. Así lo explica la doctora en Psicología, Anneliese Dörr, como una de las conclusiones que emanan de su reciente proyecto de tesis “Vivencia de la temporalidad en adolescentes consumidores habituales de marihuana”, el cual será publicado en las Actas Españolas de Psiquiatría.

Este proyecto es el tercer eslabón de una cadena de investigaciones que, en 2007, demostró que el uso habitual de este alucinógeno en menores de tercero y cuarto medio afecta significativamente las funciones cognitivas necesarias para el aprendizaje, como es la atención, la memorización y la concentración. Estas conclusiones fueron ratificadas en una publicación de octubre de 2013 en la Revista “Salud Mental” de México, cuando con tecnología imagenológica de NeuroSPECT, corroboraron que en los adolescentes consumidores de marihuana la zona prefrontal del cerebro –que es la responsable de esas funciones cognitivas-, se ve severamente perjudicada por hipoperfusión, es decir menor irrigación sanguínea. Estas neuroimágenes coinciden con los resultados arrojados por test neuropsicológicos, que abordan áreas del cerebro relacionadas con el aprendizaje, y que se diferencian significativamente de los no consumidores. (ver publicación aquí)

Olvidan pasado y fantasean con el futuro

Estos proyectos, añade, fueron realizados en base a metodología científica cuantitativa y, de ellos, obtuvo la intuición fenomenológica de que el consumo de esta sustancia alucinógena podía afectar los proyectos a futuro de estos jóvenes.

Así, y dado que durante su formación de doctorado ahondó en los métodos cualitativos “los cuales apuntan a construir con los conocimientos, más que a descubrir; a presentar un fenómeno, y no se efectúa una medición numérica, por lo que el análisis no es estadístico”, se planteó la pregunta respecto de cómo vivencia el tiempo el joven consumidor. Para responderla usó una técnica cualitativa inspirada en la tradición fenomenológica fundada por Heidegger y desarrollada por Gadamer en Alemania y por Ricoeur en Francia, “porque la temporalidad no se puede estudiar asignando un valor cuantificable, se requiere estudiar la experiencia misma del fenómeno”.

De esa forma, en base a los mismos participantes del estudio con neuroimágenes –jóvenes de 17 a 19 años pertenecientes a colegios municipales o particulares subvencionados- estableció un grupo compuesto por 11 jóvenes que declaraban consumir marihuana todas las semanas, a los que solicitó escribir una biografía, describiendo claramente quién es, sus gustos, características principales, hechos de mayor relevancia o más significativos en la vida y proyectos en el corto,  mediano y largo plazo.

“Ellos escribieron esos textos sin ninguna intervención mía, y luego –mediante el Método de Linseth y Norberg- analicé las variables de imagen de sí mismos, de relación con la familia, de relación con los pares, sus intereses, y sus metas o proyectos, en base a las perspectivas de pasado, presente y futuro. Resultó que en los 11 casos no hay referencias de proyectos, y si las hay son cambiantes, no tienen relación con la realidad, son ilusorios”.

Además, añade, tampoco aparecen referencias a su pasado: “porque la marihuana afecta la memoria. Y eso es muy significativo, porque una persona puede explicar su proyecto de vida en base a su pasado, pero eso no se ve en los jóvenes entrevistados”.

Es decir, en dichos jóvenes no habría una conexión real entre el pasado y las proyecciones futuras. El pasado, que porta al sujeto hacia su futuro y que determina el curso de sus acciones aparece empobrecido; vemos así proyectos irrealizables, posibilidades vacías, por lo que fácilmente cambian de idea y no consideran su facticidad a la hora de proyectarse. Se puede decir que están viviendo en un futuro inauténtico, con un trato poco responsable del porvenir, en que si bien tienen metas no muestran empeño en sus logros. Este fenómeno, en el que existe una sobreestimación de sí mismos, aparece normalmente en la pubertad temprana –de 10 a 12 o 14 años- pero declina en la adolescencia. Por ello, en los jóvenes estudiados el pasado y el futuro no están incorporados, lo cual no permite desde dónde proyectar las metas.

La académica añade que esta situación se podría decir que es característica de la época actual, “de la modernidad tardía”; sin embargo, muchos estudios sicológicos y, sobre todo, sociológicos, demuestran que una de las cosas que adquiere el joven –y que lo distingue del niño y del púber- es el proyecto, la capacidad de incorporar la dimensión futura. Porque antes de esa edad la agenda de los niños la llevan los padres, lo cual se nota en que los niños se desesperan cuando dimensionan el futuro; por ejemplo, en el auto preguntan a cada rato cuánto falta para llegar, porque viven exclusivamente en el presente”.

En sus propias palabras

“No me imagino el futuro, yo dejo las cosas para más adelante, además no sé lo que tengo que hacer para entrar a la escuela de sub oficiales, no lo he averiguado aún ya que puede que pidan o no puntaje…” (caso 3, párrafo 8)
“…más adelante intentaré ir a probarme a un equipo profesional para salir adelante como futbolista, podría estar mi futuro aquí en vez de los estudios ya que no soy muy estudioso…” (caso 4, párrafo 6)

“Para mi futuro, me imagino estudiando gastronomía, teniendo una vida independiente, bueno no lo tengo claro… no sé dónde voy a estudiar, tampoco sé cuánto dura la carrera, puede ser cuatro años, o más, no lo tengo claro, a lo mejor termino trabajando en algún tipo de restaurante, me gustaría pero no lo sé bien, lo estoy pensando en realidad”.

“Una de mi otras metas, aunque la encuentro más complicada, es componer con mi banda y seguir hasta ser conocidos y mantenerme de eso como un estilo de vida, pero se ve difícil en Chile, Aquí no hay espacio para la música… Pero cuando egrese de Enfermería eso no será obstáculo para no seguir en lo musical” (caso 1, párrafo 10)

Dicotomía bueno-malo, legal-ilegal

“Los jóvenes creen que cualquier reglamentación que limite o prohíba el consumo de marihuana que provenga de los adultos es un autoritarismo; es decir, una norma vacía”. La doctora Anneliese Dörr añade que “el consumo de marihuana es un tema complejo y multideterminado, del cual la lectura que hace la población es simplificada y dicotómica: es decir, piensan que fumar esta sustancia es bueno o malo, legal o ilegal, sin considerar contexto, edad de inicio, en quién, cuánta, cuándo. Por ejemplo, una persona de valores más liberales que tuvo una experiencia ocasional con su uso durante su época universitaria, construye una imagen favorable basada en su propia experiencia, y por eso adopta una actitud permisiva al respecto en sus hijos adolescentes. Esto, en contraste con las políticas de salud pública restrictivas, lleva a que los chicos piensen que la marihuana no es dañina, es buena onda, natural y son las cúpulas de poder las que tratan de prohibirla, y por lo tanto es un autoritarismo. Eso se nota en los argumentos que usan los jóvenes para defenderla: “¿por qué se permite el cigarrillo, que mata?”.

Por ello, concluye que “hay que concentrarse en implementar una política seria para disminuir los niveles de consumo, de manera de prevenir esto a nivel escolar, dado que el efecto que tiene la marihuana en las habilidades cognitivas necesarias para el aprendizaje y para responder a las exigencias escolares: ¡tenemos el más alto consumo en Sudamérica, a partir de octavo básico! La adolescencia es una etapa crítica en cuanto al inicio del consumo de sustancias adictivas, con lo cual las actuaciones de prevención primarias tienen que ir dirigidas especialmente a este grupo de población, siendo la escuela un espacio idóneo, pero hay que empezar lo antes posible”.

Cecilia Valenzuela León


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