Según explica la doctora Alarcón, esta presentación, titulada “Societal commitments, self-image and personal aspirations: views and perceptions of chilean medical students” contiene parte de las primeras conclusiones de un estudio que están realizando en diferentes cohortes de estudiantes de medicina, y que en un futuro incluirá a internos, egresados y académicos. Su objetivo es recoger las expectativas, motivaciones e ideales de quienes ingresan a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile; determinar cómo esos intereses evolucionan a lo largo de los estudios y, por último, cómo la escuela acoge y da respuesta a ellas en su propuesta formativa.
Las doctoras Alarcón y Sepúlveda junto a su estudio premiado en el Congreso AMEE 2012. |
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“Desde que asumimos la dirección de la escuela proyectamos hacer este estudio, de manera de generar un insumo a este proceso de innovar nuestro currículo, el cual plantea que el estudiante está al centro del proceso formativo. Para ello, teníamos que conocer sus motivaciones y expectativas, saber por qué confiaron en nuestra institución para ser médicos”, añade la académica.
Para ello, el grupo de investigadores integrado por las doctoras Gisela Alarcón, Cecilia Sepúlveda y Ximena Aguilera, además de Fernando Contardo y Alex Torres, aplicaron una metodología de investigación y análisis cualitativa llamada Grounded Theory, que se basa en la construcción de teoría fundamentada en los datos empíricos; aplicaron entrevistas a estudiantes de primer y cuarto año, asegurando representatividad de género, tipo de establecimiento educacional de origen en el caso de los de primer año, y de campus clínicos en el caso de los de cuarto. “Y lo que presentamos en el congreso AMEE fueron las primeras conclusiones”, añade.
Enfocados en la responsabilidad social
Estas señalan que “hay coherencia entre nuestro discurso como Escuela de Medicina y lo que los estudiantes anhelan, que es alcanzar excelencia académica pero con compromiso social”. Y ese, agrega, es el desafío que recogerán en el proceso de innovación curricular, “porque a los estudiantes de cuarto año les preocupa que el interés por un buen rendimiento pueda atentar contra el compromiso social con el que ellos ingresan, que es una vocación que tienen muy marcada y que sienten que debe guiar la vida del médico. Por eso pensamos que el nuevo currículo debe dar cuenta de eso, lograr solidez en lo académico y que esté al servicio de la sociedad, con capacidad de mirar el interés colectivo y no solo el individual”.
¿El estudio se vio marcado de alguna manera por el movimiento estudiantil del 2011?
No lo podemos determinar. Cuando partimos el estudio todavía no se gatillaba este proceso, pero sí durante su implementación, lo que incluso planteó algunas dificultades. Pero según nos explicaron los sociólogos que integran el grupo de investigadores, siempre va a haber algún determinante que va poner algún sesgo en un estudio de esta naturaleza.
¿Cómo se responderá a este desafío en el nuevo currículo?
Hay estrategias para abordar esta responsabilidad social. Y ojo que no se trata de un tema de voluntariado, la responsabilidad social en una escuela de medicina tiene que ver con la coherencia entre las necesidades de salud de una sociedad y cómo se responde ante ellas. Por ejemplo, pensamos que en el nuevo currículo habrá una mayor cercanía del estudiante con la comunidad; que se dará un mejor entendimiento de lo que es nuestra sociedad y los determinantes sociales de la salud, gracias a asignaturas específicas, y que el contacto de los estudiantes con la sociedad será más prematuro.
Otras medidas, añade la doctora Alarcón, “tienen que ver con la equidad en el acceso. En la medida que generemos más diversidad en el estudiantado, se producirá una mayor cercanía con el compromiso y la responsabilidad social. Además, estamos trabajando con un modelo de evaluación diferente que el que tenemos, que pueda incorporar estas perspectivas; por ejemplo, que el ser cercano con el paciente, demostrar empatía, mirar a los ojos, tenga un valor”.
Todo lo anterior, sentencia, “nos permitirá establecer una línea de base para el proceso de innovación curricular, porque podremos cotejar estos resultados con los que nos arrojen, en unos años más, los estudiantes que se hayan formado con el nuevo currículo”.
Cecilia Valenzuela León
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