Nº 223 - 19 de junio de 2012

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Hipertensión, diabetes y obesidad: urgen cambios en el estilo de vida de la población
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Dr. Juan Carlos Prieto
Hipertensión, diabetes y obesidad: urgen cambios en el estilo de vida de la población


Dr. Juan Carlos Prieto, profesor asociado del Programa de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y cardiólogo del HCUCH

La Organización Mundial de la Salud publicó recientemente las Estadísticas Sanitarias Mundiales 2012, y la verdad es que el resultado fue realmente desalentador. La hipertensión, la diabetes y la obesidad no sólo aumentaron su incidencia en los 194 países estudiados, sino que se convirtieron en un problema mundial, y sólo de naciones  desarrolladas.

De acuerdo al análisis, uno de cada tres adultos en el mundo tiene hipertensión, una condición responsable de casi la mitad de todas las muertes por accidentes cerebrovasculares y enfermedades cardíacas. A ese dato, se suma que uno de cada 10 adultos tiene diabetes.

Por supuesto, Chile y sus vecinos están corriendo la misma suerte. Nuestro país aparece como el segundo de Sudamérica con más mujeres obesas (33,6%) tras Venezuela (34,8%), y el tercero en hombres (24,5%), luego de Argentina (27,4%) y Venezuela (26,6%). Asimismo, mujeres (27,4%) y hombres (39,4) chilenos encabezan el ranking como los más hipertensos. A estos factores de riesgo, hay que agregar también la dislipidemia (colesterol), otro de los problemas actuales para el organismo.

Las razones que explican desde mi punto de vista esta situación están dadas fundamentalmente por nuestro actual estilo de vida. Si uno mira las sociedades desarrolladas, el gran problema que ha aumentado su prevalencia es justamente la obesidad. El aumento de peso favorece el desarrollo de la hipertensión y dislipidemia; el ser humano gasta menos calorías al movilizarse porque se desplaza en vehículo; además, los avances tecnológicos han permitido que la persona no tenga necesidad de moverse de su casa para pagar las cuentas, basta un “clic” por Internet. 

Además, el tipo de alimentación también cambió, por cuanto en la actualidad gran parte de la población prefiere satisfacerse de forma rápida a través de un alto contenido graso y calórico, porque no tiene mucho tiempo debido a las exigencias del trabajo; precisamente Chile es uno de los países que dedica más horas a las actividades laborales. De modo paralelo, el mercado de los alimentos ha iniciado una ofensiva generando alimentos “light”; sin embargo, cuando revisamos el contenido calórico de estos alimentos, es frecuente que por cada porción, la reducción de calorías no sea más que un 20% respecto del alimento original. Las personas piensan que están protegidas y consumen libremente estos productos. 

Finalmente, el ser humano busca conductas que le den placer. Por ejemplo, para muchas personas comer o fumar un cigarro les calma la ansiedad. Uno de los aspectos que en mi opinión tiene difícil solución, son los problemas que tienen la mayoría de las personas para combatir el sedentarismo y la obesidad, a pesar de estar conscientes de su riesgo cardiovascular. He llegado a pensar que muchos tenemos un germen de autodestrucción, somos portadores de cuadros depresivos larvados o víctimas de baja autoestima, que impiden un cambio de nuestra conducta a pesar de conocer la evidencia científica.

Sin duda, hay un cambio (negativo) radical en las costumbres. Cuando uno le pregunta a los pacientes ¿cuántos panes come al día?, la respuesta por lo general es de seis a ocho, lo que es un exceso en términos de sodio y calorías para el organismo. Por otro lado, en Chile también influye el clima; por ejemplo, la zona que tiene mayores índices de infarto o arterioesclerosis es la región de Magallanes, porque con el frío las personas consumen alimentos con alto contenido graso; en este caso, cordero.

Por otro lado, es importante recalcar que la aparición de diabetes, colesterol elevado y la hipertensión están condicionadas genéticamente, lo que derriba algunas creencias populares que decían que la hipertensión se asocia necesariamente a la obesidad. De este modo, existirá una mayor probabilidad que una persona desarrolle una de estas enfermedades, si uno o los dos padres la presentan.

Pero no todo está perdido. Si uno practica un estilo de vida saludable, es decir, realiza alguna actividad física regular y mantiene una alimentación y un peso adecuado, disminuirá de manera importante la carga de medicamentos en los pacientes con estos factores de riesgo, lo que se traducirá en menores reacciones adversas e incluso un bajo costo en tratamientos farmacológicos.

Estudios señalan que la diabetes se duplicará a nivel mundial en un lapso de 25 años, por eso el llamado es a comer lo que necesitamos. Sabemos que caminar a un paso firme durante 20 minutos es tan útil como ir a un gimnasio. Si no adoptamos un estilo de vida saludable, tendremos una epidemia de diabetes y obesidad. Por eso es muy relevante focalizarnos en nuestros hijos entregándoles, tanto en el hogar como en el colegio, una alimentación más sana a base de fibras, frutas, verduras y proteínas. Debemos ser capaces como sociedad de generar un cambio cultural en pro de una mejor calidad de vida de la población. Ese es nuestro desafío.

Doctor Juan Carlos Prieto
Académico
Programa de Farmacología Molecular y Clínica
Instituto de Ciencias Biomédicas


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