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Nº 197 - 3 de octubre de 2011

No se necesita un milagro
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Dr. Ramiro Molina, maestro latinoamericano
de Obstetricia y Ginecología
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“Una experiencia de calle fortuita se transformó en un sueño”
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PULSACIÓN SEMANAL

 

El Pulso
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Quiénes somos

Distingue su aporte a la salud de las mujeres del continente
Dr. Ramiro Molina, maestro latinoamericano
de Obstetricia y Ginecología

  • Dice que es el premio a la “vejestud”, pero este reconocimiento de sus pares encuentra al creador de nuestro Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral del Adolescente, Cemera, como siempre: en la innovación, pensando en masificar la implementación de la educación sexual en nuestro país.

Doctor Ramiro Molina

Él sabe que es, y ha sido, una piedra en el zapato. Al principio fue de las chicas, de esas que se mueven y molestan un rato en el dedo meñique y otro en el talón. Para muchos fue –y quizás aún es- una piedra grande, de las que no se pueden evitar por más que se intenten acomodar. No tiene problema con esa percepción: “cuando se hace algo innovador uno siempre se va a topar con resistencias. Lo importante es hacer escuela, formar a quienes van a seguir haciendo cambios, y saber dar un paso al costado para, desde allí, advertirles las dificultades del camino y colaborar cuando lo necesiten”.

Esa es la actual visión del doctor Ramiro Molina, recientemente distinguido como Maestro Latinoamericano de Obstetricia y Ginecología, en el marco del XX Congreso Latinoamericano de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología, FLASOG, desarrollado en Nicaragua a comienzos de septiembre. Es la coronación de una carrera iniciada a mediados de la década de los ’60  como ginecoobstetra, salubrista y ginecólogo infanto-juvenil, que lo llevó a trabajar por la salud materna y perinatal, la planificación familiar, la prevención del embarazo adolescente, la salud sexual y reproductiva en adolescentes y, hoy, la educación sexual.
 
“No hay nublado que dure siete días”

El doctor Molina comenzó su carrera internacional en Uruguay, como parte del Centro Latinoamericano de Perinatología, CLAP, junto al maestro Caldeyro Barcia participando en programas de formación de médicos ginecoobstetras que integraban el “Curso de Tres Naciones”, apoyado por la OMS de Ginebra, pues en éste se sumaban las experiencias en Medicina perinatal de Uruguay; de investigación en materia de endocrinología de la reproducción de la Universidad del Salvador de Argentina y del área de salud materna-perinatal y de planificación familiar en Chile.

En 1972 fue el director de un proyecto para América Latina y el Caribe de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, referida a la atención materna y perinatal, así como la planificación familiar en los seguros sociales de los países del continente. Por ello, tuvo la oportunidad de trabajar con los organismos encargados de la materia en México, Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Chile. De esos cuatro años, recuerda lo que fue la tarea por instaurar programas de anticoncepción en naciones cuyos gobiernos enfrentaban altas tasas de natalidad, así como de mortalidad materna e infantil en su población; pero también, el respeto que se tenía por los profesionales de la salud formados en nuestro país. “En Costa Rica, donde era mi sede, en una oportunidad los diarios publicaron que la OIT había apoyado la introducción de la esterilización quirúrgica, y por supuesto que mi nombre se incluyó en eso. Muy preocupado, fui a hablar con el gerente médico de la Caja del Seguro Social, doctor Guido Miranda, quien había estudiado en la Universidad de Concepción y en nuestra Escuela de Salud Pública y, riendo, me dijo “mira, quédate tranquilo. Acá no hay nublado que dure siete días”, refiriéndose a que todo pasaría pronto. Y tenía razón”. 

Educación sexual con impacto

De regreso a Chile en 1976, se dedicó a fortalecer el programa de salud materna y perinatal del Minsal, lo que incluyó crear, junto a los jefes de Servicio de Obstetricia de distintos hospitales de Santiago, las primeras normas técnicas en materia de anticoncepción, así como los primeros hogares para la madre campesina, siguiendo una experiencia similar en Purranque, lo cual fue un hito muy importante para disminuir la mortalidad materna y perinatal. En 1981 se hizo cargo de la dirección de la Maternidad del Hospital José Joaquín Aguirre y luego de la dirección del Departamento de Obstetricia y Ginecología del mismo recinto, reorganizando ambas en lo que es el actual departamento.

Hacia fines del ‘83  se involucró en la creación  de la Asociación de Académicos de la Universidad de Chile; en 1984 viajó a Perú, contratado por la OPS, para asesorar a su Ministerio de Salud en la evaluación y diseño de un proyecto nacional por 11 millones de dólares, con vigencia por 5 años.

A su retorno al país, se abocó a la prevención del embarazo adolescente a través del Cemera, pero también a la creación de la subespecialidad de Ginecología Pediátrica y del Adolescente, lo que llevó a la fundación de la respectiva sociedad nacional, SOGIA, y desde ésta –junto con los doctores Cecilia Kramarosky  y Enrique Onetto- a la creación de la  Asociación Latinoamericana de Obstetricia y Ginecología  Infantil y  de la Adolescencia, ALOGIA. Desde su presidencia, abogó porque esta institución fuera integrada al directorio de la Federación Mundial de Ginecología Infanto Juvenil (FIGIJ), desde donde estimularon el desarrollo del examen internacional en la disciplina, el IFEPAG.

Hoy, el empuje del doctor Molina está tras el fortalecimiento de la Educación Sexual en el país, por lo que está a cargo del programa que la Facultad de Medicina ofrece a todos los colegios de Chile a través del portafolios dispuesto por el Ministerio de Educación, el que está orientado a capacitar a los profesores en esta materia y para la que están preparando versiones on line y de autoaprendizaje. Además, es uno de los 30 programas que en el mundo cuentan con evaluación de impacto en la población escolar, para lo que se está experimentando con el test utilizado a nivel nacional en el estudio “Calidad de Vida de Adolescentes Chilenos, con énfasis en salud”, iniciativa Domeyko que en 2011 arrojó importantes luces respecto de la realidad que enfrentan nuestros jóvenes.

“La educación sexual es una historia más de fracasos que éxitos, una  tarea que ha tomado más de 20 años para su implementación en los países nórdicos, que la  iniciaron a principios del siglo pasado. Nosotros estamos recién comenzando; para que resulte, tiene que haber un cambio sociológico que involucre a todos los profesores y sólo será posible por la exigencia de nuestra juventud”, culmina.

Cecilia Valenzuela