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Nº 166 - 14 de enero de 2011

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Amigas, compañeras de trabajo y alumnas hablan de la académica
Dra. María Angélica Carrasco:
una joya que se resistía a brillar

  • La bioquímica de la U. de Chile, master en Ciencias de la Universidad de Londres, doctor en Ciencias Biológicas con mención en Bioquímica de la Universidad Federal de Paraná, Brasil, y académica del Instituto de Ciencias Biomédicas dejó un gran vacío al fallecer a los 63 años.

Dra. María Angélica Carrasco

“La echo terriblemente de menos, no sólo porque era mi amiga, sino porque fue una científica muy sólida en sus conocimientos. Su ausencia es una gran pérdida para todo nuestro equipo que no logra recuperarse de este golpe tan duro, tanto en lo emocional como en lo profesional”, señala la doctora Cecilia Hidalgo respecto de la académica del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, María Angélica Carrasco Friz, quien dejó de existir a fines del 2010.

Plenamente vigente la doctora Carrasco estuvo preparando la postulación a un proyecto Fondecyt hasta que las fuerzas se lo permitieron. “Tenía tanto dolor que no podía sentarse, así que acomodó su notebook arriba de un mueble y escribía de pie para terminar la escritura del proyecto Fondecyt que no alcanzó a completar”, comenta la doctora Tatiana Adarme, quien fue una de sus alumnas de doctorado.

La doctora Hidalgo agrega: “Le rogábamos que se fuera a descansar pero se resistía”.

Ello, probablemente, porque seguía aferrándose con valentía y una responsabilidad extrema a la que fuera una de sus grandes pasiones: la investigación. “Era muy fuerte, nunca claudicó ante la enfermedad, hasta el último minuto dio la pelea con una entereza que para mí ha sido una gran lección de vida”, señala la doctora Gloria Riquelme, una de sus amigas más cercanas.

La doctora Riquelme recuerda en día en que apareció en su oficina para decirle que no iba a poder hacer las clases de pre y postgrado que siempre organizaba con tanto ahínco y dedicación, porque tenía cáncer y debía operarse. “Me costó tanto digerir la información que me estaba dando y aún así ella venía con todo coordinado porque era una gran gestora de la docencia, un pilar de nuestra facultad, de esos que pasan desapercibidos y que, sin embargo, permiten que la institución siga funcionando”, destaca.

Una de sus amigas más entrañables, la doctora Nora Riveros, también académica del Instituto de Ciencias Biomédicas, agrega: “Siempre fue muy valiente y cuando tomaba una decisión no echaba pie atrás. Su sentido de responsabilidad era enorme, nunca rompía un compromiso adquirido previamente”. En ello coincide la doctora Hidalgo quien la conoció como alumna, cuando la doctora Carrasco cursaba el cuarto año de Bioquímica. “Siempre fue muy estudiosa, muy dedicada, una mujer muy valiosa que hizo una tremenda labor en investigación y formando cientos de jóvenes. Recuerdo que si para preparar sus clases tenía que trabajar un fin de semana entero, lo hacía sin quejarse porque tenía un gran compromiso con los alumnos. Diría que era una joya escondida”, agrega la doctora Hidalgo.

Y eso porque siempre cultivó un bajo perfil. “Así era su naturaleza, nunca hacía aspavientos, con acciones y en silencio demostraba la responsabilidad con que asumía la ciencia y la vida”, recuerda la doctora Riquelme.

Comprometida con la vida

Este compromiso se reflejaba en el diario vivir: “Tenía una gran sensibilidad social, se daba el tiempo para escuchar a quien se le acercara y en cualquier lugar. Era muy tolerante y consecuente con sus ideas”, rememora la profesora Riveros.

La doctora Andrea Paula-Lima, quien colaboró con ella durante su posdoctorado, destaca que cuando una persona del laboratorio tenía algún problema ella la convocaba a su oficina y con mucha dulzura la ayudaba a subsanar sus dificultades. “Ese respeto también lo demostraba al momento de sugerir cambios en los textos que debíamos corregir. Siempre era muy cautelosa en su afán de no hacer sentir mal a nadie”, dice.

Gloria Riquelme agrega: “Tuvo un profundo compromiso con la vida, jugó un rol fundamental en el grupo de derechos humanos que formamos en la facultad y fue una amiga incondicional, una gran pérdida que aún estoy asumiendo”.

Todas coinciden en describirla como una mujer muy fina, elegante, culta y con un gran sentido estético que quedó reflejado en su casa ubicada en la comunidad ecológica de Peñalolén y también en su ambiente de trabajo e, incluso, en sus incipientes pinturas. También amaba la naturaleza y las artesanías. “Era optimista, siempre la recordaré sonriendo, una mujer bondadosa y muy especial que me alegro profundamente de haber conocido”, añade Tatiana Adasme.

En tanto, Nora Riveros acota: “La manera como Angélica enfrentó su enfermedad fue admirable. Todos estábamos pendientes de ella pero pocas veces nos pedía ayuda, preocupada de no alterar nuestras vidas. La verdad es que para nosotros era justo lo contrario, agradecíamos la oportunidad de estar a su lado y de poder entregarle nuestro cariño. Me siento muy afortunada de haber contado con su amistad”.

Finalmente, la doctora Hidalgo añade: “Hace unos días soñé con ella, venía al laboratorio y estaba muy bien, dichosa porque su único hijo ganó la Beca Chile para ir a especializarse al extranjero y contenta porque se había dado cuenta de lo mucho que significaba para tantas personas. Quizás nunca alcanzó a dimensionar el gran vacío que nos dejó su partida”.

Cecilia Coddou