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Nº 166 - 14 de enero de 2011

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“Embudos mágicos. De metáforas y terapias, la estrategia metafórica”
Palabras para ver con otros ojos

  • El más reciente libro del doctor Carlos Almonte reúne casos y testimonios que dan cuenta del valor del uso sistemático de esta figura retórica como herramienta comunicacional para alcanzar nuevos estadios de entendimiento.
Doctor Carlos Almonte.

Un pescador experto es capaz de tirar su anzuelo al agua para que los peces incautos, frente al apetitoso sebo, muerdan la trampa y terminen fritos en la sartén. Así fue como el doctor Carlos Almonte, psiquiatra infantil y terapeuta familiar, explicó a una pareja de padres lo que les pasaba frente al dominio total que ejercía su primogénito de 10 años.

Ellos no entendieron; no sabían por qué hablaban de peces cuando lo que querían saber era por qué su hijo se comportaba de esa forma. El niño sí: “me quedó perfectamente claro”, sentenció. “Yo soy el pescador y ustedes son los peces”, admitió, pillado en su manipulación por el psiquiatra.

La metáfora como estrategia comunicacional y herramienta terapéutica es lo que se muestra y analiza en “Embudos mágicos”, de Editorial Ril, reciente publicación del doctor Almonte, académico de la Unidad de Psiquiatría Infantil y Adolescente de la Clínica Psiquiátrica Universitaria, texto que recoge su experiencia docente y asistencial, especialmente en lo referido al uso de este recurso lingüístico “que permite, en forma implícita, activar la respuesta del consultante”, explica.

Para decir lo que no se dice

¿Qué es la metáfora? Según el diccionario, es una figura retórica que consiste en expresar un concepto con un significado distinto o en un contexto diferente al que es habitual.

“Siempre las he ocupado, pero no como una preocupación especial; me fluyen de manera espontánea frente a situaciones difíciles en el proceso terapéutico con familias o pacientes resistentes a otras técnicas, que ya han enfrentado otros tratamientos, sin demasiado éxito. De hecho, muchos de esos pacientes pueden recitar de memoria las cosas que habitualmente se dicen o las teorías con las que se abordan sus problemas”, explica el doctor Almonte.

Las metáforas, entonces, ayudan a quienes están en conflictos relacionales padre-hijo, de pareja o de familia, a mirar su situación desde una perspectiva distinta, viendo aristas que antes pasaban inadvertidas.

“Soy capaz de subir al Aconcagua si es necesario para reconciliarme con mi esposa”, le dijo una vez un atribulado marido al doctor Almonte. “Si sube, sólo estará más lejos de su mujer y pasará más frío”, le respondió el psiquiatra, evidenciándole, de paso, que lo que tenía que hacer no era lo imposible, sino que lo posible.

“Muchas veces la metáfora no sólo es la llave que abre la puerta a contenidos implícitos de diferentes situaciones, porque cambia las configuraciones que tenemos para comprenderlas sino que, de un cierto modo mágico, temas que son complejos de hablar de manera directa, son abordados con mayor facilidad”. Así, una madre culposa frente a los reiterativos intentos de suicidio de su hija puede ver que el psiquiatra no es policía ni juez, si se le plantea de esa forma, por lo que los sentimientos autoflagelantes no tienen cabida y sí el tiempo para analizar el tema desde una perspectiva sanadora.

¿Los niños pueden comprender adecuadamente a lo que aluden las metáforas?

¡Mucho mejor que los adultos!, porque no están contaminados con tantos conocimientos, interpretaciones y teorías. El niño manipulador se dio cuenta que su juego fue descubierto, por lo que sus padres entendieron que lo que tenían que hacer era ser más acogedores y menos frágiles frente a sus demandas.

Los chilenos tendemos a no decir las cosas por su nombre, ¿esta característica hace que nos sea más fácil la comprensión de las metáforas como recurso terapéutico?

Es cierto que usamos mucho el lenguaje evitativo o derechamente las mentiras; por ejemplo, nos comprometemos a asistir a algo, confirmamos y después no concurrimos. Pero con la metáfora es más difícil soltarse o hacer el quite, porque no se sabe lo que trae amarrado.

Por lo mismo, ¿sirve con todas las personas o algunas pueden sentirse agredidas?

A los orgullosos no les gusta nada; a los obsesivos tampoco, porque ellos prefieren contenidos concretos, no comprenden la sutileza y lo implícito de la metáfora, y ofrecen una resistencia intelectualizadora.

De esta manera, concluye, la metáfora es un instrumento selecto de comunicación que, a través de su lenguaje implícito, ayuda a explicar situaciones que por la forma tradicional o a través de terapias convencionales, no se comprenden, o se repiten consignas sin asumirlas. “Por lo mismo, deja a las personas pensando más allá de la sesión. Y es por eso que es especialmente beneficiosa en los trastornos relacionales, porque logra que dos personas puedan tomar perspectivas distintas para abordar sus conflictos y entender que, por mucho tiempo, estuvieron tratando de hacer andar un automóvil con agua y no con bencina. Con terquedad y porque es más fácil echarle la culpa a los demás”, afirma.

Cecilia Valenzuela