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Nº 152 - 22 de septiembre de 2010

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PULSACIÓN SEMANAL

 

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Quiénes somos

Apunta a la creación de las subespecialidades
Doctor Luis A. Bahamonde, profesor emérito

  • Fue uno de los creadores de la especialidad de Ortopedia y Traumatología en nuestra Facultad de Medicina y Hospital Clínico; dirigió el primer departamento de la disciplina, así como los destinos del recinto asistencial en épocas de crisis, y llegó a la prorrectoría de la Universidad de Chile, ad portas del nuevo estatuto.

Doctor Luis Bahamonde

Por toda esa labor articuladora de cambios y fundamental para el crecimiento de nuestra corporación, el Consejo Universitario decidió nombrar al doctor Luis Alberto Bahamonde como nuevo profesor emérito de la Casa de Bello. Homenaje que, dice, le da pie para agradecer a su institución y para reflexionar respecto de esta trayectoria que premian, “porque uno siempre da por asumidas las cosas que hace”.

Y en ese repaso, lo primero que recuerda es la frase que hace poco escuchó de una ex alumna suya: las doctora Soledad Barría, ex Ministra de Salud. “Ella, en un encuentro que hubo, escuchó mi nombre y se me acercó para decirme “qué bueno que gente como usted se quedó en el hospital y en la universidad, porque eran nuestros referentes”. Eso es algo que yo aprecio, porque parece que algo trascendente resultó de mi porfía de seguir en la Universidad de Chile”.

Algo se hizo, dice. Partiendo en la década de los ’60 por la docencia directa con los alumnos, como monitor quirúrgico de los profesores Alfredo Velasco y Manuel Casanueva en la cátedra de Cirugía, “cuando se concebía que la Ortopedia y Traumatología eran parte de esa disciplina”, explica. Por ello, junto a su profesor Marcelo Achurra y un grupo de académicos con la misma inquietud impulsó la puesta en marcha de un programa teórico práctico independiente, dedicado a temas específicos de cirugía músculo esquelética y trauma. “Las enfermedades ortopédico-traumatológicas se deben entender como la patología de un aparato o sistema, con su fisiopatología, con su anatomía patológica y con su terapéutica específica”, explica.

Hoy mira más allá, “porque en el segundo o tercer año de la especialidad, el estudiante va a pensar a qué área se va a dedicar, como las lesiones del ámbito deportivo, la cirugía reparadora de defectos congénitos, o la cirugía de mano. Por eso no va a pasar mucho tiempo hasta que como universidad debamos responder ante la necesidad de normar y definir las especialidades derivadas en Ortopedia y Traumatología. La Facultad de Medicina hoy hace frente a este desafío con diplomados y cursos específicos, pero creo que se debieran plantearse la definición y estructura de las subespecialidades”. Aunque, añade, “con la necesidad de que quienes se dediquen a la especialidad tengan un concepto integral para no formar personas que dominen una técnica. Este concepto lo tenemos muy presente en la comisión respectiva de la Corporación Nacional Autónoma de Certificación de Especialidades Médicas, CONACEM, que me ha tocado presidir desde hace años”.

De frente a las crisis

Dada la solvencia que adquirió la especialidad, gracias al trabajo del doctor Bahamonde y otros académicos, en 1993 se consolidó la creación del Departamento de Facultad de Ortopedia y Traumatología, del cual fue su primer director. “Me dediqué a tratar de aunar las distintas realidades de los campos clínicos, de reconocer a quienes hacían docencia en ellos y estrechar vínculos con recintos como la Asistencia Pública, los hospitales pediátricos o de rehabilitación, a fin de que nuestro programa fuera muy potente”. En la misma línea, agrega que uno de los desafíos actuales en lo que es la gestión del actual director del departamento –su hijo, el doctor Luis Bahamonde Muñoz- es conservar el máximo posible es estos campos clínicos “cosa que con la apetencia de distintas universidades que pagan muy bien para mandar a sus estudiantes es muy difícil”. Otro, es darle al programa de postítulo de la especialidad una real internacionalización: “Mandar a nuestros docentes afuera a perfeccionarse y que, al mismo tiempo, dejen lazos de intercambios y visitas académicas para docentes y estudiantes de postítulo”. Y agrega que “la verdad es que incluso hoy, y aunque suene suficiente, quienes vienen del extranjero se van muy bien impresionados por el nivel que tenemos acá, piensan que harán sólo divulgación y se producen conversaciones muy ricas y discusión paritaria de experiencias”.

Nuevos bríos para el HCUCH

Pocos años después, y por la solvencia de su trabajo, el doctor Jaime Lavados, entonces rector de la Universidad de Chile, le pidió que se hiciera cargo de la dirección del HCUCH. “Era una situación de crisis absoluta, teníamos cerrado el servicio de urgencia, estaban funcionando menos de 80 camas. La situación no resistía mayores problemas y así se lo expuse al claustro de profesores titulares y a entidades gremiales; afortunadamente, se produjo un espíritu cargado de responsabilidad y empezamos de a poco. Se reabrió la posta a como diera lugar, hicimos algunos convenios con los proveedores para que nos dieran estabilidad. Convencimos al rector y al Consejo Universitario que sin un servicio de imagenología potente nunca íbamos a ser un hospital clínico y nos aprobaron invertir seis millones de dólares, lo que dio origen a un período de expansión y llegamos a ser un ejemplo para la universidad por varios años”. De la situación actual del recinto asistencial, señala que “los tiempos actuales no son fáciles; requieren decisiones nuevas que hagan frente a desafíos distintos, pero creo que ese espíritu que vi en mi período sigue vivo, y podremos seguir siendo el hospital universitario que en esencia somos, con una altísima calidad profesional”.

Las complejidades administrativas

La misma visión fue la que trató de aportar en la prorrectoría de la Universidad de Chile, que asumió entre los años 2000 y 2002. “El profesor Riveros pensó que el hecho que yo tuviera esa manera de afrontar los problemas podría ser un aval para que me hiciera cargo de estas situaciones complejas. Yo no le podía decir que no a velar por el contexto general del funcionamiento de la institución, a enfrentar la vivencia cotidiana de lo difícil que es manejar esta universidad, tan extraordinariamente compleja, con trabas administrativas tan enormes. En esa época el profesor Víctor Pérez era decano y en el Senado Universitario conversábamos de estas cosas”.

Lo que más pudo disfrutar, agrega “fue contar con gente tan distinta y valiosa, de disciplinas tan extraordinarias, ver sus problemas con la mirada de un filólogo que habla 26 lenguas, una restauradora, de investigadores notables, gente del ámbito de las matemáticas, físicos teóricos, filósofos o artistas”.

Además, por la naturaleza de su trabajo le tocó ser parte de la comisión elaboradora de los nuevos estatutos, “me tocó dirigir estas reuniones de discusión, en que habían varios comités en varios temas, y en eso el profesor Pérez tuvo una participación muy destacada; la discusión era, con distintas miradas, en un mismo enfoque: que la universidad tendría que recuperar, para un tiempo distinto, los mismos valores de siempre”.

¿Y ese tiempo distinto llegó?

El Estado cree que la universidad tiene que seguir siendo eficiente, sin discusión. Pero si somos la única universidad que figura en los ranking de instituciones que generan investigación en el continente, no debiéramos tener tantas trabas. Los mismos valores que siempre hemos tenido, de favorecer la ciencia, la docencia de alta calidad, van a tener que ser respetados... las universidades no son solamente edificios.

Cecilia Valenzuela