Dr. Flavio Salazar |
Hace 10 años volví a Chile luego de doctorarme en el Instituto Karolinska de Suecia, y no tuve beca, solamente me tocó acompañar a mi familia al exilio. Porque antes las becas nunca fueron un derecho, ni siquiera una oportunidad. Desde mi retorno he postulado más de 20 veces a distintos fondos de CONICYT. Aunque mi primera y última postulación las perdí, en el intertanto he ganado varias veces. Esto me ha permitido hacer ciencia de nivel internacional, generar publicaciones y patentes, impulsar la innovación, formar nuevas generaciones de científicos, y de esta forma contribuir un poco al desarrollo de Chile.
Confieso que cada vez que pierdo, me enojo con CONICYT, critico sus limitaciones, a veces reclamo lo que considero arbitrario o injusto y pongo en duda su eficiencia. Pero por otra parte, me doy cuenta de que muchísimas más veces me ha tocado ser evaluador, porque en ciencias nos evaluamos unos a otros, casi siempre ad honorem, aunque siempre he tratado de utilizar los mejores criterios, seguramente a alguien debo haber defraudado alguna vez. La carrera académica es así, subjetiva e injusta como la vida.
Una cosa es optimizar los procedimientos y mecanismos de selección que se aplican en los diversos concursos, y otra es salpicar con el fantasma de la corrupción la transparencia de una de las pocas instituciones nacionales en que la excelencia, la honestidad y la confianza son los valores que sustentan su vialidad, a diferencia de lo que piensan los ejecutivos, encuestados según el barómetro de valores y ética empresarial, respecto al mundo de los negocios.
FLAVIO SALAZAR ONFRAY PHD
Profesor Asociado Universidad de Chile
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