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Nº 114 - 28 de octubre de 2009

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PULSACIÓN SEMANAL

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Caso de la menor entregada en custodia
 “¿Alguien ha pensado en el
real bienestar de Matilde?”

  • Esto se pregunta la Dra. Mónica Kimelman, especialista y experta en apego de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y la Sociedad de Psiquiatría y Neurología Infantil y del Adolescente, SOPNIA.

En el caso de la adopción fallida de la pareja Porter Castillo “llama poderosamente la atención que no se hayan pedido peritajes que evalúen tanto la salud mental y emocional como el desarrollo de la guagua, así como su relación con las figuras cuidadoras –que para ella son sus padres sicológicos- y las competencias de los que fueron sus guardadores”.


Dra. Mónica Kimelman

Añade la doctora Kimelman, que “hay al menos dos diagnósticos que no se han hecho: el de la salud y desarrollo del bebé y la relación con los cuidadores. Por ello, toda toma de decisiones, desde nuestra perspectiva, se ha hecho sin ningún fundamento. Hay que tomar medidas a la luz de este tipo de evaluaciones, “porque se trata de proteger el desarrollo del niño, no el interés de  los adultos, ni el funcionamiento de ciertas instituciones y sus normas”.

La especialista explica que “lo que se sabe en materia de neurobiología del desarrollo es que los primeros meses de vida son cruciales para el desarrollo cognitivo, afectivo, neuroendocrino y emocional, a través de la regulación fisiológica que provee la relación afectiva con las figuras cuidadoras; el apego es ese sistema de regulación”.

El tipo de apego seguro es un lazo afectivo recíproco y privilegiado que refleja la confianza del menor en la disponibilidad de una madre que entiende las señales de comunicación; contiene, regula  y protege en situaciones de estrés. En cambio, en los estilos de apego inseguro –que pueden ser ambivalentes, evitantes o desorganizados- el bebé sufre la incertidumbre, la reticencia y el caos, respectivamente.   

¿Qué es esperable que suceda con esta niña, luego de que fue separada de sus cuidadores para pasar a otra pareja de éstos, antes de incluso llegar a la familia de sus padres adoptivos?

Va a extrañar a los que entiende como sus padres, se va a desconcertar, desorganizar, ya que pierde tanto lo que ella reconoce como sus figuras de apego como su ambiente: su cuna, sus juguetes, su casa y los hábitos de cuidado. Está demostrado que a partir de los seis meses las guaguas adquieren la permanencia del objeto, la constancia objetal, según la cual no solamente reconocen personas y cosas, sino que saben que existen, pese a no percibirlos directamente, por lo tanto son capaces de echarlos de menos y su ausencia les provoca gran inseguridad y desconfianza, que suele persistir en sus relaciones a lo largo de la vida si no se repara oportunamente. Por eso es que en personas con trastornos mentales se encuentra con gran frecuencia una historia de discontinuidad y sucesión con las figuras cuidadoras. 

¿Este daño es permanente?

Hay bastante discusión acerca de la reversibilidad e irreversibilidad de los daños. Esto, porque hay muchas variables que influyen como la forma de separación, la edad, la calidad de la relación previa, el sistema de acogida entre otras. Es cierto que el sistema nervioso tiene una neuroplasticidad que posibilita una cierta reversibilidad, pero por otro lado sabemos que existe una memoria que es la implícita, que es la del apego y las pérdidas, que deja huella, una cicatriz a nivel de las moléculas. Las investigaciones muestran que las personas resilientes, es decir capaces de sobreponerse a situaciones traumáticas, son las que tuvieron un apego seguro que se consolida entre los doce y los dieciocho meses de vida. En el segundo y tercer semestre de vida –de los 6 a los 18 meses- las separaciones pueden tener por esto un efecto muy devastador en el desarrollo de los niños.

“Lo que sucede cuando las pérdidas son muy tempranas y no hay un desarrollo cognitivo que permita elaborarlas, es que quedan en la memoria implícita, como dentro de un paréntesis en las neuronas, enclaustradas”, dice la doctora Kimelman.

Por eso, finaliza la especialista, “llama profundamente la atención que, sabiendo esto, se sigan vulnerando los derechos de los niños a crecer en forma sana. Esto va incluso en oposición a las políticas de salud actuales como las implementadas por el gobierno en el sistema Chile Crece Contigo, que intenta justamente fomentar el apego de tipo seguro desde antes de la cuna. Esto aparece como tan disonante; ¿por qué no se piden  evaluaciones del desarrollo del bebé, de los padres guardadores  y de su relación para tomar medidas que sean coherentes y beneficien a la niña?”

Cecilia Valenzuela