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Nº 87 - 13 de abril de 2009

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PULSACIÓN SEMANAL
 
 

Simposio internacional organizado por el IDIMI
La agenda pendiente de la medicina reproductiva

Más de 160 personas participaron en el Simposio Internacional El Eje Gonadal: desde la Infancia a la Adultez, organizado por el Instituto de Investigaciones Materno Infantil (IDIMI) de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, el cual se realizó entre el 3 y 4 de abril en el marco de la celebración de su vigésimo aniversario.

Durante la reunión científica el doctor Jerome Strauss, decano de la Facultad de Medicina de la Virginia Commonwealth University, a quien la Casa de Bello le otorgó la Medalla Rectoral, señaló que en lo que se refiere a la medicina reproductiva sería importante que se estableciera una agenda centrada en los desafíos científicos relacionados con esta área, es decir, en la mortalidad materna, los niños pequeños para la edad gestacional, la contracepción, la disparidad en la salud reproductiva y en el medioambiente y sus efectos.

El doctor Strauss recordó que cada minuto que pasa se produce una muerte materna debido, principalmente, a hemorragias, abortos no seguros, preeclampsia, clampsia y sepsis. Si bien estos problemas ocurren incluso en los países desarrollados, se presentan mayormente en la población sin recursos económicos ni educación.

“En Estados Unidos la mortalidad materna no ha caído en forma significativa desde 1982, es más, muchas de las pérdidas son prevenibles. Eso puede constatarse si se observa la disparidad de las cifras entre blancos y negros”, dijo.

Añadió que los científicos están llamados a trabajar en los ámbitos básicos y clínicos para poner fin a estos problemas. A modo de ejemplo señaló que la vaginosis bacteriana, responsable de la prematurez, está directamente relacionada con el genotipo materno. Por eso, apuntó, es tan necesario analizar no sólo el genoma humano, sino también el metagenoma, es decir, a los organismos que nos habitan. Así se podrá detectar a quienes corren mayor riesgo y requieren de medidas terapéuticas específicas.

Asimismo, el doctor Strauss denunció la falta de interés de la industria farmacéutica y del gobierno en la contracepción que ha detenido las investigaciones destinadas a la producción de nuevas drogas. En cuanto a los contaminantes ambientales, tan propios del crecimiento económico, dijo que no hay estudios prospectivos de alta calidad que evalúen sus efectos transgeneracionales. “También nos hace falta gente preparada en salud pública. No hay que olvidar que el 70% de las personas no usa la información generada por los científicos”, acotó.

SOP ¿adaptación más que enfermedad?

Durante el simposio la doctora Sarah Berga, investigadora de la Escuela de Medicina de la Universidad de Emory, Estados Unidos, se refirió al Síndrome de Ovario Poliquístico (SOP) que entiende más bien como una adaptación que una enfermedad. Señaló que por miles de años los seres humanos debieron adecuarse a una ingesta baja en calorías que hoy, en gran parte del mundo ya no existe, muy por el contrario, se está en presencia de una sobrenutrición.

En los inicios, dijo, no había mucho que comer y se necesitaba caminar largos trechos para sobrevivir, eso dejó una huella en el ser humano. Así, las mujeres con SOP tendrían un fenotipo metabólico que gasta menos calorías y guarda más, tal como si fueran a necesitarlas en el futuro. De ahí que sea tan importante diseñar dietas individualizadas y ofrecer a las pacientes un apoyo multidisciplinario –con psicólogo- ya que, muchas veces, a pesar de comer menos y hacer ejercicio, no consiguen bajar de peso. “Enterarse de que se tiene SOP no es algo divertido pero creo que esta aproximación al síndrome ayuda a entenderlo mejor”, resaltó.

Por otra parte, la doctora Berga también se refirió al estrés y la anovulación, un tema al que ha estado abocada en los últimos años y que ha estudiado con financiamiento del NIH.

Comentó que el estrés induciría al compromiso reproductivo, especialmente, de las mujeres con un hipotálamo frágil que, para hacer frente a la ansiedad, realizarían más ejercicio y comerían menos. Explicó que al tener una menor ingesta de calorías aumenta el cortisol y baja la glucosa. “Y, como es de suponer, cuando el cerebro está carente de energía no la gasta en reproducción”, apuntó.

Buena parte de las mujeres que manifestaban esta tendencia al exceso de ejercicio y a bajar de peso, aunque no eran depresivas ni tenían trastornos de alimentación, sí presentaban una fuerte necesidad de aprobación social que las situaba en un rango “un poco fuera de lo normal”, dijo la especialista.

“Son las típicas personas que quieren que las amen por ser perfectas y que les dicen a los demás lo imperfectos que son. Tienen, asimismo, expectativas no realistas y dificultad para acomodarse al estrés”, señaló.

A un grupo de ellas, que no conseguía embarazarse, se les ofreció apoyo a través de la terapia cognitivo conductual que resultó muy provechosa. De hecho, siete de ocho mujeres recuperaron su ovulación y lograron embarazarse. “El estrés es algo difícil de definir, así que creo que deberíamos ofrecerle ayuda a todos”, concluyó.

En el simposio también estuvieron presentes los doctores Robert Rosenfield, Tom Barber y William Crowley.

Cecilia Coddou