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Nº 77 - 22 de diciembre de 2008

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PULSACIÓN SEMANAL
 
 

Doctor Alberto Fica, infectÓlogo premiado como el mejor docente
Prisionero del gusto de enseÑar

  • Dejando huella en varias generaciones de estudiantes, se va para asumir nuevos desafíos en su disciplina y en la docencia.

Doctor Alberto Fica

Nadie se va de un trabajo cuando lo quieren, sino cuando no lo quieren. Menos el doctor Alberto Fica. Este infectólogo, académico del Departamento de Medicina y director del Comité de Infecciones Intrahospitalarias del Hospital Clínico de la Universidad de Chile arrasó con cuanto premio dio la generación 2008 de la Escuela de Medicina a los mejores profesores. Los estudiantes lo palmotearon, abrazaron, besaron y se tomaron fotos con él. Pero igual se va, a comienzos del 2009, al Hospital Militar.

Lo llamaron para asumir nuevos desafíos, “como es el desarrollar un programa de gestión de antibióticos, así como contribuir al desarrollo de su área docente –probablemente en el área de posgrado de mi disciplina-, a fortalecer esta parte asistencial, articulando a sus profesionales en un proyecto más intenso, y también para colaborar con su comité de infecciones intrahospitalarias”.

Enseñar es un vicio impune

Le robó la frase a Volodia Teitelboim y el corazón a sus alumnos. “En mi proceso de crecimiento personal fui cambiando mis pasiones; entré a medicina con gran vocación hacia la investigación básica, después me fasciné con la medicina interna, luego me dediqué a la microbiología y la infectología –de hecho fue académico del Programa de Microbiología y Micología del ICBM por varios años, aportando al conocimiento y al desarrollo de sus laboratorios-, y en el proceso me di cuenta que era prisionero del gusto de enseñar. Pude desarrollar el apoyo docente en el tema infectológico, porque no había desarrollo de apuntes, de ejercicios ni de clases entretenidas; había que adaptar la información internacional a la realidad local. Y en eso estoy entretenido desde el año ‘97”.

Nunca tomó un curso formal de docencia, “salvo uno de 80 horas que hizo el doctor Ricardo Lillo para el Departamento de Medicina”, porque lo suyo es intuitivo: “la gente con vocación enseña con mucho amor aunque no tenga preparación”. Así, la enseñanza resultó ser un elemento central en esta etapa de su vida, que me motiva mucho; tanto, que lo contactaron desde Bolivia, “pues necesitaban a alguien que se hiciera cargo de organizar un postgrado en Infectología en la Universidad Andina Simón Bolívar de Sucre, mediante un convenio que partió en Salud Pública, luego se expandió a Tecnología Médica y actualmente desarrollamos esta maestría internacional en la disciplina, para llevarla a un país que lo necesita”.

Preguntas provocativas

Ese amor por la enseñanza se constató en que “tuve el privilegio de tener clases llenas pese a la mala asistencia que habitualmente se da en el pregrado. Por lo menos logré capturar su imaginación, incorporando técnicas provocativas de docencia, preguntas abiertas, algunas veces con ironía, lo que hizo el ambiente muy agradable. Además de esa actitud provocativa, apoyaba a los estudiantes con bastantes apuntes que se revisaban en clases. Hacía preguntas irónicas como “Su polola desde hace un año sufre de infecciones urinarias recurrentes: ¿qué haría con ella?”.

En todo caso, no extiende su método al resto del cuerpo docente: “los profesores distinguidos por alumnos no tienen el mismo sistema: están los severos, los histriónicos, otros en los que no se siente que se está en clase y aquellos que uno los reconoce tardíamente, no hay modelo único. Pero para mí siempre ha sido un gusto enseñar”.

Más allá del currículum

La docencia es mucho mejor que hace dos décadas pero, a su juicio, todavía falta por avanzar: “Se hizo un buen esfuerzo en lo que fue el cambio curricular de fines de los ‘90, pero el tema no es el currículum, sino la dispersión del cuerpo docente. Por otra parte, falta avanzar en la integración entre disciplinas.”

Otro problema, sentencia, “es que la docencia tiene que profesionalizarse, y el estímulo del AUCAI no corrige el problema. La enseñanza tiene que ser hecha por pocos profesores dedicados, de gran vocación."

¿Qué gran recuerdo se lleva?

Cuatro personas que integran el Comité de Infecciones Intra Hospitalarias: la enfermera Gloria Ruiz, enfermera; María Irene Jemenao, Paola Bilbao y Edita Poblete, con las que desde 1996 se han hecho grandes aportes a hospital. Otros compañeros, como los doctores Mario Luppi y Roberto Olivares, con quienes logramos crear el concepto de Sección de Infectología como una más, penetrar como un grupo que puede aportar al manejo de pacientes, a la regulación y gestión; eso es notable. Y el haber participado de la modernización del Departamento de Medicina; cuando llegué a la beca de Medicina Interna no había evaluaciones, ni motivación docente; lentamente, esta unidad se despobló durante los ‘80, y los becados pudimos ocupar cargos que nadie quería, con sueldos mínimos. Así, entre mediados de los ‘80 y ‘90 entró una generación joven, compuesta por talentos que aportó mucho, como los doctores Cuchacovich, Oksenberg , Poniachik, Jorge Alfaro, Milton Larrondo, Marcelo Llancaqueo, y otros. Se dio la oportunidad de crear la masa crítica y el doctor Patricio González, artífice de modernización de este departamento, vio la proyección de estos jóvenes, logrando que el departamento alcanzara gran prestigio y ofreciera una muy buena beca.

Cecilia Valenzuela