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Nº 56 - 15 de julio de 2008

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PULSACIÓN SEMANAL
 
 

Vacunas contra virus papiloma no protegen de
los genotipos frecuentes en Chile

  • La inmunización disponible sólo previene de dos genotipos virales dejando de lado varios que son comunes en el país. Por ello las mujeres vacunadas tienen que hacerse el examen ginecológico periódico de papanicolau (Pap) para prevenir el cáncer de cuello uterino.

Las vacunas para prevenir infecciones causadas por ciertos Virus Papiloma Humano (VPH), responsables del cáncer cérvico uterino y de las verrugas genitales, sólo protegen a las mujeres de cuatro genotipos virales (16, 18, 6 y 11), que no son necesariamente los más comunes en Chile, por lo tanto, es imprescindible que quienes inician una vida sexual activa se controlen en forma periódica a través del examen de Papanicolaou (Pap).


Doctor José Manuel Ojeda.

Así lo da a conocer el doctor José Manuel Ojeda, académico del Centro de Oncología Preventiva de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, quien refrenda la postura de la Organización Mundial de la Salud y del Ministerio de Salud chileno, que promueven la realización del Pap.

De hecho, existen 100 genotipos distintos de VPH de los cuales 35 infectan el tracto genital, esto significa que potencialmente cualquiera de los que son considerados de alto riesgo oncogénico podrían causar cáncer cérvico uterino. Y ya que las dos vacunas disponibles en el mercado se han centrado en los genotipos 16 y 18, bastante frecuentes en Europa y Estados Unidos, pero no tanto en Asia, Sudamérica y Africa, se hace indispensable realizar el examen preventivo, aún más si se considera que son efectivas sólo cuando no hay infección previa.

“En Chile el genotipo 16 es muy frecuente pero el segundo más usual no es el 18, sino que son otros como el 56, 58 y 31. Además, tenemos algunos bastante raros a nivel internacional como el 39 y 66, para los cuales no hay vacuna”, explica el doctor Ojeda.

Ahora bien, el hecho de que una mujer se infecte con estos virus genitales no significa necesariamente que vaya a producir cáncer, porque la mayor parte no genera la enfermedad. El problema se presenta cuando en un porcentaje muy pequeño de estas infecciones el virus se hace persistente y permanece en el cuello del útero durante años, incluso décadas. Además, como estas infecciones son asintomáticas, la mujer que no se examina periódicamente no está en condiciones de saber si hay lesiones de bajo o alto riesgo que puedan culminar en neoplasia.

“Las infecciones genitales por VPH tienen una prevalencia en la población general que llega al 15%, pero en adolescentes y jóvenes alcanza el 30% debido a que en esa etapa comienza la vida sexual y, por lo tanto, la mujer se pone en contacto por primera vez con estos virus, lo que la hace más vulnerable”, explica el doctor Ojeda.

Con el paso del tiempo la prevalencia tiende a disminuir para volver a elevarse en la menopausia, periodo en que la inmunidad y el control hormonal suelen modificarse.

Oncología preventiva

“El grueso de las infecciones por VPH se resolverán por sí solas en el lapso de unos pocos meses, en cambio un número menor de ellas, cercano al 2%, podría tener una manifestación clínica que a la larga sería responsable de la enfermedad, de ahí que sea tan importante la oncología preventiva”, comenta el investigador.

Según explica el doctor Ojeda, algunas mujeres de entre 40 y 50 años consultan al ginecólogo por inflamación o sangramiento inusual, sin saber que tras este cuadro se esconde un cáncer. Como es de suponer, es mucho más simple controlar una lesión de bajo grado e, incluso, tratar las de alto grado que hacer frente a un tumor que puede comprometer ganglios y otros órganos, en caso de que haya metástasis. “Si esas mujeres se hubiesen hecho un Pap cada tres años el médico podría haber detectado y tratado la lesión a tiempo”, apunta.

Considerando lo anterior, aunque las mujeres se hayan vacunado de todas formas tendrán que hacerse el Pap porque, según la OMS , los genotipos 16 y 18 son capaces de prevenir en Sudamérica aproximadamente el 60% del cáncer cérvico uterino, dejando al descubierto el 40% restante.

“Si las personas tienen los recursos para vacunar a sus hijas a edad temprana es adecuado y beneficioso, pero si no es así no deben preocuparse porque hay un método eficiente para controlar la enfermedad: el examen de Papanicolau que, además, forma parte del Programa Nacional de Detección Precoz de Cáncer de Cuello Uterino impulsado por el Ministerio de Salud”, precisa.

Infecciones localizadas

Las vacunas virales, en general, tienden a ser muy eficaces en infecciones sistémicas, es decir, cuando el agente entra por un órgano, se disemina a través de la sangre y llega a al órgano que es su blanco de ataque. Si la inmunización da resultado, prevendrá esta situación mediante la generación de anticuerpos, por lo tanto, el individuo podrá infectarse pero no se enfermará, ya que en la sangre se neutralizará el virus.

Las vacunas que combaten los VPH son sistémicas, sin embargo la inmunidad requerida para evitar infecciones, lesiones y cáncer de cuello uterino es específica para el genotipo viral y debería estar localizada preferentemente en la mucosa del cuello uterino. “Es posible que la mujer cuente con anticuerpos en la sangre, pero aún así los niveles que tienen en el tracto genital podrían ser bajos o nulos, lo que determinaría la protección, ya que por allí va a entrar el virus”, comenta el doctor Ojeda.

Por otra parte, el cuello uterino tiene características muy particulares respecto de la inmunidad, debido a que suele presentar etapas de transición durante el período de fertilidad. “Si las mujeres no tuvieran un sistema inmune especialmente diseñado para procrear, al embarazarse rechazarían a su hijo en gestación por considerarlo un organismo extraño. Para que esto no ocurra hay una inmunosupresión local transitoria, que en determinadas circunstancias puede abrir la puerta a estos virus”, acota.

Víctimas chilenas

El cáncer de cuello uterino mata en Chile cada año a alrededor de 700 mujeres. Entre los factores de mayor riesgo epidemiológico se consideran el inicio precoz de las relaciones sexuales, tener varias parejas, el tabaquismo, la alimentación o dieta inadecuada, cierta predisposición genética y, por supuesto, la falta de exámenes preventivos.

“Como investigadores en este campo estamos interesados en saber por qué persisten algunos de estos virus y cómo se explica que en ciertas personas produzcan cáncer y en otras no. Para esto hay que considerar nuestra región en particular y el hecho de que estos virus han evolucionado junto con el ser humano, lo que permite entender que nuestros genotipos locales sean diferentes a los europeos, norteamericanos o africanos, aunque más cercanos a los asiáticos, debido a nuestros ancestros comunes”, comenta.

Cecilia Coddou