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Nº 36 - 19 de diciembre de 2007

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PULSACIÓN SEMANAL
 
 

Investigadores chilenos tras
un biomarcador para el cobre

  • El objetivo de los científicos es detectar el déficit o exceso de este micronutriente antes de que se generen patologías.

Doctora Miriam Suazo.

La dieta chilena promedio no incluye las grandes fuentes de cobre: hígado o panita, mariscos filtrantes, como ostras o almejas, y frutos secos. Es por eso que, según estudios del Inta, estamos al límite del consumo diario recomendado, que son 0,9 milígramos, o incluso levemente deficitarios.

Este elemento es vital para la formación embrionaria; en los niños es indispensable para el desarrollo óseo y su falta está asociada a anemia. En el otro extremo, al límite de la toxicidad, se produce cirrosis hepática.

Todos, síntomas clínicos que evidencian la falta o el exceso de cobre a nivel celular. Un equipo de investigadores, en el que participa la doctora Miriam Suazo, académica del Departamento de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, realizaron un estudio con el fin de encontrar un biomarcador molecular para el cobre, de manera de poder diagnosticar su déficit o toxicidad antes de que se produzcan las patologías asociadas a estas situaciones.

En Chile, y luego de una serie de proyectos anteriores que han utilizado líneas celulares en sus experimentos, este equipo de investigadores compuesto por académicos del Inta, en colaboración con pares de la Facultad de Medicina, realizó su proyecto en seres humanos, para buscar un indicador del estatus nutricional de cobre, lo cual lo hace único en el mundo. “Quisimos ver si es que la expresión de las proteínas que particiñpan en el metabolismo del cobre en células mononucleares humanas servían como indicadores de una suplementación con el metal”, añade la académica.

Manejo biológico del cobre es muy estable

El estudio continuó efectuando análisis a un grupo de población normal a los que se les determinó la presencia de una proteína llamada ceruloplasmina, de la cual se sabe que tiene correlación directa con los niveles de cobre: a mayor cobre, más ceruloplasmina, y viceversa. Con esos datos, construyeron una curva estadística de las personas con mayor y menor cantidad de esta proteína, y a sujetos de ambos extremos los suplementaron con 0.9 milígramos diarios de cobre, adicionales a su dieta normal. “Todo esto, siguiendo rigurosamente su estado de salud”, añade la doctora Suazo.

Entre los descubrimientos realizados, el equipo de investigadores verificó que el manejo biológico a nivel celular del cobre es bastante fino y estable, por lo que es necesario un exceso o déficit muy alto para romper ese equilibrio. El principal hallazgo fue la significativa respuesta en la expresión de CCS, una proteína que funciona como “chaperona” de cobre, es decir une el cobre a la entrada de la célula y lo entrega a una enzima, la superóxido dismutasa 1 cobre/zinc. Esta proteína sería, entonces, un potencial candidato a biomarcador del estatus de este metal en seres humanos.

Y entre los resultados directos de la suplementación de esta sustancia, constataron que en quienes tenían menores indicadores de celuloplasmina –o sea, menor concentración de cobre-, la proteína chaperona respondía de manera diferente a quienes tenían estos indicadores más elevados.

Este estudio fue publicado en el Journal of Nutritional Biochemistry y distinguido con el Premio Henri Nestlé, en conjunto con la Sociedad Chilena de Nutrición, por sus alcances científicos aplicables a la disciplina. Su investigadora principal obtuvo, además, un premio Fondecyt de iniciación, “con el cual continuaré el proyecto, analizando el mecanismo de funcionamiento de esta proteína chaperona, en modelos celulares”, finaliza la doctora Suazo.

Cecilia Valenzuela