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Aplicación de modelo que predice tendencia a consumo problemático de alcohol en adolescentes chilenos gana premio Ramón Corbalán Melgarejo

  • Investigación liderada por el doctor Marcelo Villalón, académico del Instituto de Salud Poblacional de  la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile utilizó un modelo matemático para analizar estadísticas entregadas por Senda en referencia al “binge drinking” o consumo de alcohol por atracones en cortos períodos de tiempo que presentan actualmente los jóvenes. Descubrió que similar actitud entre sus pares y la ausencia o lejanía del cuidado parental son claves para que esta situación tenga lugar entre los adolescentes varones; en el género femenino, prima lo que ocurra en el grupo de amistades.

Doctor Marcelo Villalón

Esta investigación fue publicada en 2013 por la Revista Médica de Chile, con el objetivo de establecer la identificación de subpoblaciones con riesgo diferencial de consumo nocivo de alcohol entre los adolescentes chilenos, como un modo de contribuir a manejar el diagnóstico del problema y, con ello, su tratamiento.

Para ello, se desarrolló un análisis transversal sobre la base de datos del VIII Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar de Chile realizado por el Senda el año 2009. La muestra, representativa de un universo de 969.339 escolares, alcanzó a 1.512 colegios, 2.877 cursos y 48.980 alumnos, con un promedio de 17 alumnos por curso; para fines del proyecto, se consideraron a los y las jóvenes de entre 13 y 19 años.

De esa encuesta, se definió como variable la respuesta la pregunta del cuestionario aplicado en referencia al número de veces que el encuestado se ha emborrachado en el último mes. Como variables descriptoras se utilizaron preguntas referidas al sexo y edad del encuestado; las que abordan su relación con sus padres –tales como “después que sales del colegio o durante los fines de semana, ¿Cuántas veces ocurre que tu madre o tu padre no saben dónde estás?”; “¿cuán atentos están tus padres (o alguno de ellos) respecto de lo que haces en el colegio?” y “en general, ¿dirías que tus padres (o alguno de ellos) conocen a tus amigos cercanos bastante, más o menos o poco?”- y, por último, las que ahondan en la relación con el grupo de pares, como “¿cuántos de tus amigos toman regularmente alcohol?”.

A continuación, y dado que el porcentaje de estudiantes que declararon haberse emborrachado en el último mes fue de 16% de la muestra global, se constituyó una submuestra equiparando consumidores y no consumidores. Es decir, se seleccionaron los estudiantes de la muestra total que declararon haberse emborrachado en el último mes (n = 7.918) y posteriormente, se tomó una muestra aleatoria de tamaño semejante (n = 7.638) de entre los estudiantes que declararon nunca haberse emborrachado durante el último mes. Así, la muestra útil quedó conformada por 15.357 estudiantes, de los cuales 8.047 – el 52,4%- eran varones y 7.310, es decir 47,6%, eran mujeres, con una edad promedio de 15 años.

Resultados

El análisis de los datos se hizo mediante la metodología “Classification And Regression Trees” (CART), técnica de creciente uso en salud, provee de una herramienta que permite la elaboración de perfiles y su representación gráfica para una comunicación más efectiva de resultados.

“Este modelo identifica con un alto grado de precisión, superior al 80%, a los adolescentes varones de entre 16 y 19 años que se han emborrachado durante el último mes y que, en un caso, han dicho que más de la mitad de sus amigos toma regularmente alcohol o, de no ser así, los padres no saben nunca o casi nunca dónde está”, explica el doctor Villalón.

En el caso de las adolescentes, el modelo CART también revela que si el número de amigos que toma regularmente alcohol es la mitad o más, entonces sí se emborrachan, sin que aparezca como significativa la variable asociada al conocimiento de los padres acerca de sus actividades.

Por lo anterior, el doctor Villalón señala que “la mitad de los hombres muestra una base decisional semejante a la de las mujeres, en las cuales sólo influiría si los amigos beben o no regularmente. Para la otra mitad de varones influyen además otros condicionantes, como la atención de los padres y la edad”.

La importancia de diseñar políticas públicas que consideren variabilidad

Según explica el académico, “mi motivación para estudiar alcohol en adolescentes parte de entender que en el mundo de la salud pública ha ido modificándose el perfil de morbimortalidad, pues hace 60 años la mayor proporción de las causas de muerte tenía que ver con enfermedades transmisibles, mientras que hoy el 80% se puede atribuir a patologías no transmisibles, que tienen varios determinantes, de los cuales uno muy importante se basa en lo conductual”.

A ello, añade que los adolescentes están en un período en que están configurando sus identidades, estableciendo las bases de sus patrones de conducta. “Cuando se gestaron las primeras investigaciones sobre el alcoholismo en el país, fueron en un período en el que la preocupación por el alcoholismo es más bien del mundo adulto. Esa situación, a mi juicio, se adelantó al mundo adolescente, con el agravante que su patrón de consumo es diferente, de atracones, toman hasta que “se borran”. Mi preocupación es indagar qué hay detrás de ese patrón de decisión, porque se aplica no sólo para el alcohol sino que para otras posibles conductas de riesgo o de autoprotección en salud”.

Las conclusiones obtenidas por el estudio, que apuntan a que las adolescentes se independizan antes y más rápidamente de la influencia de los padres, acercándose a la de los pares, “confirma que la manera en que toman decisiones por género es distinta, y es un antecedente que hay que tomar en cuanta cuando se diseñan políticas públicas en respuesta a estos fenómenos. Hay que tener cuidado, porque tenemos que descomponer esa variabilidad, los programas de salud cada vez más  tienen que hacerse cargo de que hay finezas de las que hay que ocuparse”.

Aunque no es una de las conclusiones del estudio, ¿a qué atribuye esta conducta del “binge drinking”?

Por un lado los adolescentes, por su naturaleza, están en un período de exploración de identidad, de transgresión de límites, y eso tiene que ser así. Pero parece ser que cuando los bordes por superar se difuminan o se hacen muy distantes y difíciles de ser transgredidos, hay una cuestión de orden relacional, porque siempre van a querer ir más allá. Creo que hoy una de las dificultades en términos de desarrollo y crianza es cómo se establecen ese tipo de límites, que es una tarea de la familia, pero también hay responsabilidades del espacio escolar y del sistema social, con los mensajes que entrega. Probablemente tenemos dificultades con reconocer los propios límites y, por lo tanto, en ponerlos a otros también; nos cuesta darles sentido, pero en la medida en que se comprenda y se valore positivamente que su existencia y establecimiento suman, comprenderemos que contribuyen en términos del proceso de desarrollo.

Cecilia Valenzuela


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