Nº 237 - 2 de octubre de 2012

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Vivencias en torno al círculo virtuoso “Educación, Medicina, Ciencia, Universidad: Hitos y Proyecciones para un País que Aspira al Desarrollo”.

(Extracto del discurso de incorporación a la Academia Chilena de Medicina ofrecido por el doctor Miguel O’Ryan, académico del Programa de Microbiología y Micología del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina el 13 de septiembre de 2012).


Doctor Miguel O'Ryan

“Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta” expresaba Pablo Neruda en su célebre libro de prosa “Confieso que he vivido”. Guardando las debidas proporciones, en estos veloces 52 años de vida y 28 años de profesión, siento que he vivido. Hago mía e interpreto esta frase: mis propias vivencias, logros, y reflexiones son un producto colectivo de todas las maravillosas vidas con que he interactuado y que han ido formando mi pensar y sentir. Intentaré un transcurso cronológico aunque me permitiré comenzar por el final, con mi profundo agradecimiento a los destacados colegas de la Academia que me honraron con esta designación. Me honra el sillón 17, sillón que fuera ocupado desde el año 1972 hasta el año 2009 por mi predecesor, el destacado médico fisiólogo y fisiopatólogo doctor Bruno Gunther Schaffeld.

Ingresé a estudiar Medicina a la Pontificia Universidad Católica en un ambiente nacional de represión y temor, no pocas veces soslayado, consciente o inconscientemente en el ambiente que me tocó estudiar.  Durante diez años, hasta terminar egresado como médico pediatra, aprendí quizás de una manera imperceptible una cierta rigurosidad y metódica para el estudio y el enfrentamiento de problemas, por cierto gracias a muchos profesores-investigadores rigurosos, perseverantes y dedicados a sus alumnos, varios miembros de esta distinguida academia.

Mi estadía de casi cuatro años en Houston, Texas, me dio una perspectiva y apertura que podría homologar a un renacimiento intelectual en el área biomédica; la fortuna estuvo de mi lado al permitirme interactuar con dos grupos humanos de excepción. El primero, dirigido por mi mentor y hoy amigo, Dr. Larry Pickering, quien me enseñó a ser crítico en mi análisis y la cualidad de ser un facilitador de nexos virtuosos conducentes a una asociatividad prolífica; él me puso en contacto con David Matson y con Mary Estes, una mujer excepcional y prócer de la virología mundial -ambos de Baylor College-  para adentrarme en el mundo de la biomedicina experimental. Es en Baylor donde profundicé mi formación basada en la rigurosidad del método científico y la pasión por la investigación biomédica experimental.

Posteriormente, el sentido de pertenencia, el amor por el país, este concepto abstracto basado en vivencias de juventud, de afectos, de familia, de aromas, visiones, amores, así como una cierta esperanza de poder ser un aporte para un país CON FUTURO, me llevó a no titubear en mi decisión de regresar a Chile. Recibí una propuesta muy concreta que marcó mi vida futura: la de integrarme a la División Oriente del Departamento de Microbiología y Micología de la Universidad de Chile que me hizo la doctora Valeria Prado.

Durante mi proceso de inserción al que hoy es un programa unificado del ICBM, vivencié la generosidad de mis compañeros, quienes aportaron con su propio tiempo para proteger mi dedicación a la investigación biomédica. La lección que aprendí de ellos es que se debe facilitar por todos los medios el proceso de inserción de los jóvenes a las universidades para que puedan emprender en forma productiva. Quizás uno de los pocos méritos personales que reconozco sin falsa modestia en este proceso, fue el de haber sido proactivo en  ser un aporte para todos aquellos que pudieran beneficiarse con las habilidades, especialmente de investigación, escritura e idioma, adquiridas durante mi etapa de formación.

Además, el contacto con la clínica era un anhelo vocacional en mi proceso de crecimiento profesional; así me integré al maravilloso grupo humano de la Unidad de Infectología Pediátrica y a través de ellos, de otras unidades del Hospital Luis Calvo Mackenna, de manera que he podido complementar mis dos vocaciones, la investigación y la infectología pediátrica. Se trata de grupos que han logrado conjugar de manera ejemplar para el país, el desarrollo de una atención clínica de alta calidad con la generación de nuevo conocimiento basado en proyectos de investigación concursables, que han derivado en publicaciones científicas de alto impacto. A través de un activo fomento de la asociatividad con diferentes departamentos de la Universidad de Chile y la “Fundación de Amigos del Calvo Mackenna”, este hospital está desarrollando una iniciativa única y de gran proyección, como es un Centro de Investigación Pediátrica, liderado por la Dra. María Elena Santolaya.

Por ello, quisiera resaltar nuevamente la relevancia enorme de la asociatividad, colaboración e integración como factor clave para alcanzar logros de mayor impacto. Sin esta disposición generosa de colaborar, por un objetivo no pocas veces ajenos al diario quehacer de cada uno, los nuevos conocimientos con impacto internacional generados desde Chile no habrían sido posibles.  El nuestro es un país pequeño y remoto que debe promover y facilitar la asociatividad de sus talentos y capacidades como medio fundamental para transformarse en una sociedad que aporta a la generación de nuevo conocimiento y de potenciales nuevas tecnologías. Hoy estamos trabajando para desarrollar un Centro Internacional de Excelencia en Biomedicina que, de ser exitoso, asociará a la Universidad de Chile con la Pontificia Universidad Católica e Instituciones extranjeras; creo que éste es el camino a seguir para avanzar a paso firme hacia la sociedad del desarrollo.

Si quiere leer la versión completa del discurso del doctor O’Ryan, pinche acá. http://www.med.uchile.cl/images/pdf/discurso_dr_oryan.pdf


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