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Nº 118 - 25 de noviembre de 2009

Cuadro de honor de la docencia 2009
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Presentan tercera edición del libro Semiología Médica
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El camino
trazado por el
Dr. Alessandri sigue vigente
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PULSACIÓN SEMANAL

elpulso@med.uchile.cl

Estudiantes aprenden a mejorar su comunicaciÓn con los pequeÑos pacientes
Para sanar mÁs que el cuerpo

  • Su misión es sacar sonrisas a los pequeños pacientes del Hospital Sótero del Río. Pero también es enseñar a los futuros profesionales de la salud a acercarse de la manera más amigable y a establecer una mejor relación con los niños enfermos. Son los “Sonrisólogos” de este recinto asistencial, uno de los cuales –la actriz Beatriz Yáñez- imparte el curso de formación general “Clown de Hospital”.

Cuenta con 21 inscritos durante el segundo semestre –entre estudiantes de Enfermería, Kinesiología y Terapia Ocupacional, de distintos niveles-, los cuales han aprendido a comunicarse apropiadamente con los menores y sus padres. “Nuestro objetivo con esta formación es mejorar la calidad de vida de los niños hospitalizados, pero también humanizar el trabajo de los profesionales de la salud, para hacerlo más cercano y atento a las necesidades y sensibilidades del niño. Así podrán acompañarlos mejor, a ellos, sus familias y también a todo el equipo de salud que trabaja en el hospital, porque su labor es dura y se puede alivianar haciendo una atmósfera más agradable”, explica la profesora Yáñez.


Algunos de los estudiantes de la Facultad de Medicina
con el grupo de "Sonrisólogos"

Para desarrollar estas habilidades, el curso contempló conocer el trabajo actoral, la técnica del clown y el manejo de la improvisación. “Aprendemos a observar atentamente las necesidades del niño, si es que quiere jugar o sólo compañía. Por eso esto es más que llevar un show preparado, no es como lo que se haría para animar un cumpleaños, el trabajo mucho más sutil, porque es igualmente importante acompañar en el dolor o en lo que sea que necesite el chico, que no siempre es la risa”, añade la actriz.

Para eso, los noveles “clowns” ensayan mediante simulaciones, hacen una sesión de trabajo práctico en el Sótero del Río –oportunidad en que se unen a las visitas que hacen los “Sonrisólogos”- y enfrentan la evaluación final con trabajo en duplas, presentando rutinas improvisadas, canciones, malabarismos o lo que ellos prefieran desde su técnica.

“Hemos tenido una muy buena recepción por parte de los estudiantes, han hecho un estupendo trabajo, se ve en ellos una marcada vocación; además, han disfrutado muchísimo del curso”, dice la actriz.

Así lo confirman las estudiantes  de segundo año de la Escuela de Enfermería, Sofía Abascal y Daniela Martínez. La primera dice que “me llamaba mucho la atención este curso, lo vi como una manera distinta de desarrollar la carrera y sentía que me iba a llegar al alma. No me equivoqué, me encanta, lo disfruto demasiado ensayando y viviendo esto”. A ello, Daniela agrega que “la visión de toda esta situación dolorosa, como es un niño hospitalizado, cambia cuando uno es payaso. Se puede entrar en un juego con él, ayudarlo a estar mejor, y eso me ha servido para mi propio crecimiento personal. Además, los payasos que creamos están inspirados en nosotras mismos, en nuestras características y experiencias, así que es una forma de ejercer la Enfermería desde otro ángulo, desde su lado más humano”.

“Nos pueden decir que no”

Los “Sonrisólogos” del Hospital Sótero del Río son seis actores que, con el auspicio de la Municipalidad de Puente Alto, visitan semanalmente las áreas pediátricas de Lactancia, Oncología, Intermedio, Segunda Infancia, Cirugía y Misceláneos, llegando a contagiar su alegría a cerca de 50 pacientes.


La razón de existir de los clown de hospital.

Por lo difícil que puede ser esta labor, Beatriz Yáñez cuenta que no todos pueden ser Clown de Hospital, porque hay que tener entereza y fuerza, saber estar bien y con energía alta; poder sobreponerse a los problemas que ven a diario. En todo caso, añade, trabajan con el equipo de sicólogos del recinto asistencial cuando tienen que enfrentar dificultades como la pérdida de algún paciente, al cual han visitado por largo tiempo, y de quien incluso se han despedido. “Pero en general nuestra misión es reconfortante, los niños y sus padres nos reciben muy bien porque ayudamos a que su estancia internados sea menos difícil, sobre todo cuando toca ponerse una inyección o no quieren comer; allí, con nuestras rutinas logramos que no sea tan doloroso para ellos”.

Tan así, que no pocas veces los menores les cuentan cosas que ni siquiera a los padres o los médicos le han dicho, demostrando la confianza que sienten con ellos. “Incluso partimos de la posibilidad que nos digan que no, que no quieren cantar ni jugar, o que prefieren que nos vayamos, y siempre respetamos sus deseos. Porque a los médicos no les pueden decir que no quieren la inyección o el remedio; es bueno que al menos a nosotros nos puedan decir que no”.

Cecilia Valenzuela