Nº 244 - 27 de noviembre de 2012

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Doctor Attila Csendes, nuevo profesor emérito

  • Antes de entrar al pabellón, se lava las manos con minuciosa prolijidad y se pone guantes, se viste y calza con la indumentaria propia del experto para, luego de una profunda inspiración, cruzar las puertas batientes que lo separan del enfermo y del resto del equipo de salud que esperan sus respuestas, su precisión, su sentido de lo correcto, su determinación.

Doctor Attila Csendes

Así ha sido muchísimas veces, así ha comenzado casi cada día de la vida profesional del doctor Attila Csendes, nuevo profesor emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Al interior de ese pabellón del Hospital Clínico ha hecho con constancia y excelencia lo que decidió ser cuando eligió su camino: un cirujano en busca no sólo de la mejoría del enfermo sino de las respuestas que siempre le han surgido, y cuya búsqueda ha fructificado en centenares de publicaciones y reverberado en generaciones de nuevos especialistas.

Esos días no han cambiado ni terminado, pese a que el doctor Csendes ya dejó la dirección del Departamento de Cirugía, que terminó con la ilusión de dirigir el HCUCh y que hoy está oficialmente jubilado, lo que en su caso no significa retirado ni mucho menos: sigue pasando visita con los estudiantes, operando y recibiendo pacientes en el policlínico, “pero ahora libre, porque hago lo que quiero”.

Nuevas respuestas

Desde el inicio de su historia –en marzo de 1959, cuando ingresó a la Escuela de Medicina de la Casa de Bello- hasta la actualidad, el doctor Csendes no ha dado ni una puntada en la que no se haya destacado. Estuvo entre los mejores egresados de su generación en 1966; realizó una beca mixta entre cirugía y fisiopatología para dedicarse a las enfermedades esofágicas, se dedicó a aprender acerca del cáncer gástrico en Japón, fue becado por el NIH para estudiar por un año su disciplina en el Veterans Administration Center de Los Ángeles, volvió a Chile en 1974 para ser nombrado profesor asociado apenas ocho años después de recibir su título.
Al poco tiempo, obtuvo la beca International Guest Scholarship del American College of Surgeons. En noviembre de 2012, al realizarse esta entrevista, revisa la edición especial por los 100 años de esa institución estadounidense con evidente orgullo, pues en sus páginas se destaca a sólo cuatro médicos que, de cientos que recibieron esa beca, llegaron al puesto de gobernadores de capítulos en diferentes países; su foto le devuelve la mirada.

En este devenir, ha sido su capacidad de adaptación al cambio lo que lo ha mantenido vigente y, paradójicamente, lo que hoy lo tiene al margen de las lides administrativo-académicas. Vigente, lo cual se evidencia en los cientos de papers publicados, lo cual sería imposible sin profundas inquietudes intelectuales ni el interés por resolverlas. Al margen, porque aunque “el cambio cuesta, fui director de departamento por 18 años, con el respeto de todos, es una decisión que hay que tomar para dar paso a las nuevas generaciones”.

¿Existe hoy una mejor respuesta a por qué el cáncer gástrico tiene la misma incidencia en Japón y Chile que la que había cuando usted inició su carrera?

No, seguimos sin saber la razón. Estamos estancados en eso, no hay progresos en cuanto a la etiología de esa enfermedad. Hay bastantes diferencias epidemiológicas entre ambos países; sin embargo compartimos esa alta incidencia; estamos avanzando en su diagnóstico y tratamiento, pero no mayor respuesta en cuanto a su etiología.

¿Y la academia, es distinta en el escenario actual?

La docencia tiene que gustarle a uno, intrínsecamente. A mí me encanta desde que era alumno, tenía un grupo de cuatro compañeros y yo les enseñaba, hacía resúmenes, me llenaba mucho hacerla como parte de la vida, enseñar, hacer investigación, para en base a eso atender mejor a la población. Y estoy preocupado, algún día voy a escribir un artículo que se llame así como “¿Muerte de la cirugía académica?”, porque ahora cada a vez es más difícil encontrar gente joven con intereses académicos y no económicos. Afortunadamente, en este departamento hemos recolectado un grupo que está interesado, pero no es como antes, que teníamos muchos interesados. Por eso la actividad académica está restringida a pocos centros, pero a mí siempre me han interesado la docencia y la investigación, es una filosofía de vida.

En ese sentido, añade, “a las universidades privadas les falta mucho por desarrollar. Tienen bastante presupuesto, más que nosotros, y pueden desarrollar muchas actividades pero les falta la madurez que ha adquirido la Universidad de Chile en 170 años de historia. Por ejemplo, llegar a ser profesor titular acá requiere 25 o más años de una carrera académica, con jerarquías ascendientes en base a investigación y publicaciones, mientras que en las privadas se ha visto que es por designación. Pero también reconozco que algunas son bastante buenas y en diez años más van a ser una competencia muy seria.  Nuestra universidad es muy rígida, lenta; cuesta hacer  cambios por todo el aparato administrativo, y eso va en desmedro nuestro. 

¿Qué opina de la situación del HCUCh?

Estoy bastante preocupado porque veo que estamos estancados. Hay un tremendo crecimiento del área privada en salud e incluso de la pública, con hospitales nuevos en muchas partes y nosotros estamos estancados desde el punto de vista estructural, tenemos siempre problemas económicos, los costos operacionales son caros, de modo que estamos permanentemente con trabas económicas y eso significa un desencanto de los académicos. Estoy preocupado por eso, los  que aquí se han formado se los han llevado con grúa de otras instituciones, porque les ofrecen más expectativas. Hay que reencantar a la gente para que les guste la actividad académica, pero no solo con palabrería, tiene que haber hechos.

¿Usted qué haría?

Hay trabas legales administrativas muy serias; desde hace muchos años que se estudia la posibilidad de crear una nueva estructura jurídico-administrativa que permita agilizar el manejo funcional. De hecho no podemos pedir préstamos, todo tiene que hacer desde los servicios centrales; todavía no llegan los recursos del crédito que tenemos otorgado, pero resulta que en julio del 2013 vence el plazo para la acreditación hospitalaria, la cual exige una serie de cambios estructurales y de equipos que se van a hacer con parte de esos fondos, para lo cual tendremos muy poco tiempo.

Como cirujano, ¿extirparía algo del hospital?

Creo que hay que tomar decisiones más rápidas, en determinadas áreas que no son productivas académica ni económicamente. Primero hay que arreglar la casa antes de crecer; necesitamos una torre nueva de diagnóstico, estacionamientos adecuados, una imagen corporativa atractiva para financiar esto.

Cecilia Valenzuela León


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