Nº 205 - 5 de diciembre de 2011

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Doctor Marcelo Wolff

La pandemia de SIDA puede resumirse globalmente en: 30 años, 60 millones de infectados, 30 millones de fallecidos. Estas cifras abismantes nos ubican en la real magnitud del problema.

También ha sido espectacular el avance en el desciframiento de los misterios de esta patología, y el desarrollo de terapia antirretroviral de alta y cada vez mayor efectividad, representando lo mejor de la ciencia y el ingenio humano para transformar una enfermedad rápidamente fatal en una crónica, sobrellevable y con buena calidad de vida para los que la reciben.

Queda por poner en práctica la aplicación de estos avances en todo el mundo, pero en especial en los países en desarrollo. Chile es afortunado, en el sentido de que estos tratamientos están garantizados para prácticamente toda la población; sin embargo, el número anual de personas que se infectan iguala o supera al de las que inician estas complejas terapias, y la carga global de la epidemia se mantiene con pocas modificaciones.

Por eso es que lo más importante es prevenir que se produzcan nuevos contagios. Las políticas más exitosas para evitar la trasmisión del VIH han sido garantizar el suministro seguro de sangre y sus derivados con fines transfusionales, e implementar el diagnóstico de infección y ofrecer el tratamiento adecuado a las embarazadas portadoras, de manera de reducir la probabilidad de infección perinatal a su descendencia. Otras medidas preventivas, especialmente en cuanto a la vía de transmisión sexual, han tenido variables pero pobres resultados.

En la actualidad, y en ausencia de una terapia curativa para esta patología, el tratamiento medicamentoso no se recomienda a todos los infectados, sino a aquellos que ya presentan síntomas o tienen un daño inmune incipiente. Hay tendencia a anticipar el inicio de la terapia. Un argumento adicional que la refuerza ha surgido de un reciente estudio multinacional, realizado fundamentalmente en países en desarrollo,  se evaluó en parejas sexuales estables discordantes –en las cuales uno de los miembros está infectado y el otro no-, y en su mayoría heterosexuales, si la terapia precoz del infectado, en etapas previas a las recomendadas para su propio beneficio, podía disminuir la probabilidad de contagio de su pareja. En un resultado sorprendente por su contundencia, se vio que esta medida disminuía entre un 90% y un 96% la posibilidad de trasmisión a la pareja sana, e incluso le otorgaba un mejor estado de salud a la persona seropositiva que si hubiera empezado más tarde su tratamiento específico.

Estas impactantes cifras entregan la evidencia para que, a las indicaciones actuales de terapia antirretroviral, se incluya la de tener pareja sexual estable no infectada y ¿por qué no?, la de tender hacia un tratamiento cada vez más precoz de los infectados, para  contribuir así a controlar la adquisición del VIH a nivel poblacional general. La era de la terapia antirretroviral como herramienta preventiva ha llegado para quedarse y expandirse.

Doctor Marcelo Wolff
Profesor Titular de Medicina Interna Campus Centro
Facultad de Medicina de la Universidad de Chile
Jefe de Infectología de Adultos en el Hospital San Borja Arriarán
Presidente de la Fundación Arriarán


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