Nº 200 - 24 de octubre de 2011

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El Pulso N° 164 24/12/2010

Evitó que el niño se asfixiara a causa de un tumor cervical
Innovadora cirugía salva la vida de recién
nacido con malformación vascular

  • El equipo multidisciplinario fue encabezado por el doctor Juan Carlos Bustos, perinatólogo del Hospital San Juan de Dios y académico de la Facultad de Medicina de la U. de Chile.
Doctor Juan Carlos Bustos

Uno de cada seis mil nacidos vivos sufre una malformación denominada linfangioma cervical, una especie de tumor benigno que se desarrolla en el cuello y que, lamentablemente, puede obstruir la vía aérea del niño provocándole asfixia, daño neurológico o la muerte.

“Mientras está en el útero materno el feto no necesita respirar porque recibe oxígeno de su madre, el problema se presenta cuando nace, ya que al cortar el cordón umbilical debe hacerlo por sí solo y si tiene un tumor que le comprime la vía respiratoria, entonces el pronóstico puede ser muy malo”, explica el académico de la Facultad de Medicina de la U. de Chile y perinatólogo del Hospital San Juan de Dios (HSJD), doctor Juan Carlos Bustos.

A los seis meses de embarazo, Denisse, una joven de 17 años fue referida al HSJD desde su consultorio porque la ecografía mostraba que su hijo tenía, justamente, un linfangioma cervical. Ante la delicada situación un grupo interdisciplinario de profesionales, que incluía perinatólogos, anestesistas, otorrinolaringólogos y ginecólogos, liderados por el doctor Bustos, se abocaron a analizar cómo ayudar a la joven madre y su hijo.

Comenzaron las revisiones bibliográficas, las investigaciones y las consultas a otros especialistas para saber si era viable hacer una cirugía tan compleja como ésta que, además, nunca se había realizado en el recinto asistencial del área Occidente. De hecho, en Chile sólo se había efectuado en instituciones privadas y en el Hospital Sótero del Río.

“Estábamos muy preocupados por el aspecto ético porque queríamos ofrecer las mejores opciones a esta familia. Así que nos preparamos, vimos si podíamos ayudarlos y recién entonces, con toda la información en nuestras manos, tomamos la decisión de hacer la intervención quirúrgica”, aclara el doctor Bustos.

Había que planificar una cesárea pero en condiciones bastante particulares: la madre, por una parte, no recibiría anestesia raquídea sino que sería sedada en forma general y profunda. “Cuando la guagua nace el útero se contrae y expulsa la placenta, lo que nosotros debíamos lograr era que el útero estuviera relajado para que esto no ocurriera porque, de lo contrario, el procedimiento corría peligro”, dice.

Creatividad e ingenio

Durante la cesárea los médicos sacarían al niño sólo hasta los hombros, mientras tanto debían asegurarse de que la madre no entrara en hipotensión debido a la anestesia y que no sangrara en exceso por la incisión. “En otros países han utilizado unas grapas, especie de corcheteras que usan los cirujanos digestivos para evitar el sangramiento y que nosotros no teníamos en el hospital, debido a que son muy costosas. Además, hay que decir que en estos casos no han resultado tan útiles porque son difíciles de manipular para médicos sin la experiencia requerida, así que buscamos una alternativa. Revisé en todas partes hasta que terminé seleccionando las pinzas que empleamos en la consulta ginecológica y que dieron muy buen resultado”, apunta.

Asimismo, los médicos, previendo que el niño estaría “asomado” en el vientre durante varios minutos, climatizaron el pabellón quirúrgico más de lo usual. No hay que olvidar que la guagua tiene una temperatura cercana a los 39ºC durante su vida fetal y tras el alumbramiento se ve expuesta a una muy inferior.

“Cuando lo tuvimos fuera se le puso anestesia en el hombro para que no se moviera y así los otorrinos lograron intubarlo y asegurarse de que estuviera recibiendo oxígeno antes de cortar el cordón umbilical”, explica el doctor Bustos.

El procedimiento, que demoró siete minutos, fue todo un éxito aunque los especialistas debieron intentarlo tres veces porque la tráquea estaba desviada. “Si no hubiesen podido intubarlo habrían tenido que hacerle una traqueostomía. Eso sí, ese procedimiento habría demorado hasta en 20 minutos el Tratamiento Intraparto Ex Utero (EXIT), como se llama a este tipo de cirugía, lo que habría aumentado el riesgo tanto para la madre como el menor”, resalta el doctor Bustos.

Mientras tanto los médicos monitorizaban al niño utilizando un aparato que usualmente se emplea en las salas de parto para escuchar los latidos de los fetos. “Hubo brechas económicas y de equipamiento porque no contábamos con la tecnología que se tiene en otros países o en el ámbito privado, así que con ingenio nos adaptamos e introdujimos el equipo en una manga estéril y así pudimos subsanar el problema de una manera económica y sencilla”, dice.

Después que se comprobó que la guagua estaba respirando en forma asistida se terminó con la cesárea, tal como si fuese una cirugía normal. Dos semanas después el menor fue operado para extirparle el tumor y ahora se encuentra en franca recuperación. “Esta experiencia nos permitió comprobar, como equipo multidisciplinario, que cuando hay compromiso y motivación se pueden superar las dificultades y situaciones complejas”, recalca el médico.

En los próximos meses esperan publicar el caso clínico y generar un protocolo que facilite futuras intervenciones del tipo EXIT.  “Esta operación se está postulando para otras complicaciones como la gastrosquisis, defecto congénito en que los intestinos del feto salen fuera del cuerpo a través de un agujero en la pared abdominal. Si se pudieran reintroducir antes de que el niño respire, entonces sería mucho más fácil llevar a cabo el procedimiento porque no se habrían llenado de aire”, acota.

Cecilia Coddou


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