Nº 200 - 24 de octubre de 2011

El Pulso, nuestro canal de comunicaciones institucionales
Leer más..

Antes de ahora
Leer más..

Indiscutida presencia nacional
Leer más..

El Pulso N° 46 14/04/2008

Conmemora 50 aÑos de vida pictÓrica
HÉctor Wistuba, dueÑo de un pincel y de sueÑos

  • Porfiado pintamonos, expone sus óleos y acuarelas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, que lo vio nacer al arte.

En sus manos de boxeador sin guantes sostiene la paleta y el pincel con que, sin medias tintas, pinta la fuerza que le sale del alma. Héctor Wistuba Lorca, niño silvestre, obrero, dibujante médico, dirigente sindical, exiliado, artista que prefiere el óleo porque es como queda en la tela, sin incongruencias ni diferencias, como él, y que cuando usa acuarela no aplica agua por lo mismo –permitiéndose una “diablura”, como él-, finlandés de corazón porque la bandera la dejó atrás, en su patria de nacimiento pero no la elegida, expondrá durante abril de 2008 en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, conmemorando 50 años de vida pictórica. De vida, sin más.

Boxeador, porque aprendió a pelear de niño, para vencer la timidez y a un majadero compañero de escuela, y ya nunca colgó los guantes: hasta ahora responde a quien quiera aniñársele, con palabras sin pelos en la lengua o con golpes de puño, tal como abatió a un rival de amores en pleno cementerio –“buen lugar, porque no llegan los pacos”, explica- y le perdonó la vida, alargándole la mano.

Niño silvestre, porque su madre murió cuando él tenía dos años y gracias a ella le gustan las escaleras, ya que su único recuerdo es que lo recogió cierta vez que se cayó de una. Esa imagen lo sostuvo cuando, abrumado y traspirando, subió otra escalera, que le pareció inmensa a sus ojos de puertomontino: la del Bellas Artes. Quería prepararse en lo que su alma le susurraba, aunque el destino quería gritar otra cosa. Ingresó después de hacer un Apolo no blanco, sino africano. Para aprender de Pablo Burchard, a quien llegó a preparar los lienzos como discípulo distinguido y a quien no le quiso posar, porque pensó, como de todas las personas a las que se quiere, que no iba a morir nunca.

De Neruda y de Gauguin

Obrero, lo que el destino le tenía preparado y a lo que no le hizo el quite, así como dibujante médico, los caminos que eligió para mantenerse y pintar lo más posible, para poder pagar entradas al zoológico y dibujar monos, leones y elefantes todo el día. O ciclistas de paseo. Con más disciplina que habilidad, dice. Camino que recorrió en nuestro plantel, junto a diferentes académicos con lo que construyó una amistad más allá de las ideologías que más adelante lo salvaría; junto a estudiantes de Terapia Ocupacional a los que enseñó el arte que podrían usar como herramienta de sanación. Dos años lo eligieron mejor profesor, por cierto.

Dirigente sindical porque no sabe ser diplomático, porque le dio la mano a Pablo Neruda y nunca lo olvidó, ni a su poema “Nuevo canto de amor a Stalingrado”.

Guárdame un trozo de violenta espuma,
guárdame un rifle, guárdame un arado,
y que lo pongan en mi sepultura
con una espiga roja de tu estado,
para que sepan, si hay alguna duda,
que he muerto amándote y que me has amado,
y si no he combatido en tu cintura
dejo en tu honor esta granada oscura,
este canto de amor a Stalingrado.

Dice que del dirigente sindical y del dibujante médico queda solo el recuerdo. Dice, también, que por Neruda es de izquierda. Y por Gauguin pintor, porque de niño vio la película “La luna y seis peniques”, que narra la vida de este artista y sus sufrimientos en la Polinesia. Lloró, sin saber quién era Gauguin.

De izquierda y pintor, las razones para que fuera exiliado después de estar en el “lugar de tránsito para hombres y mujeres” de Tres Álamos. Lugar en el que talló la imagen que hasta hoy cuelga de su cuello, para él y sus compañeros de detención: un caballito de mar. Porque alguien dijo, en esa reclusión, que ellos mismos eran como caballitos de mar, que mueren parados. “Y nosotros no nos arrodillamos”, explica, agregando que él ni siquiera va a la iglesia para no tener que hacerlo, ni tampoco ante la belleza de una mujer. Hoy esta figurilla es su distintivo, los ojos se le cristalizan al mostrarla sin vanidad y con dolor color negro.

Porque grises dice que son los finlandeses, porque son tristes y porque así estaba al llegar allá, en 1975. Pintó una quincena de cuadros llenos de negro y gris, de rabia, dolor y pena, y guardó solo uno, como testimonio de esa época. Otro lo regaló y los restantes los destruyó. Y volvió a usar el morado, de la cordillera chilena, aunque el paisaje fuera finlandés. El azul de la noche estrellada de su infancia y el celeste del cielo que miraba esperando ver a su madre entre las nubes. El rojo bermellón, que ama. El blanco, el amarillo y el naranjo de sus otoños. El ocre de los hipocampos fuera del agua.

Finlandés de corazón porque lo acogieron pese a que puede parecer turco o griego. O chileno. Aprendió la lengua, se dedicó a pintar y a dibujar, a sacar de su tristeza a sus nuevos compatriotas. A amar, a cuidar a sus hijos. Tanto lo quieren que han hecho dos películas sobre su vida y ha actuado en dos más para la televisión educativa, en una hizo de presidente y en otra de griego, “y me veía fantástico”. Tanto, que un dramaturgo come todos los domingos en su casa porque está haciendo una obra de teatro basada en su biografía. Tanto, que su último cumpleaños se lo celebró Tarja Halonem, Presidenta de Finlandia, con 1.500 invitados.

Manos para golpear, para acariciar y para pintar. Con las que atajó goles en su pasión futbolística, con las que estrechó las del luchador social Elías Lafertte –“se me quedaron para siempre”-, las de Rivera y Guayasamín. Con las que robó dos carboncillos cuando no podía pagarlos en su época de estudiante, para después pedir perdón. Con las que da vida a lo que sus ojos de diamante, dice, que observan con detalle, y a lo que su corazón de oro conserva. Son sus tesoros, explica. Los que quedarán en el océano cuando, cremado, caiga como ceniza desde un barco de papel. Serán los caballitos de mar los que lo lleven a dar el último paseo de su andar de porfiado pintamonos.

La exhibición pictórica del destacado creador nacional Héctor Wistuba Lorca se inaugurará el 15 de abril de 2008, con un acto que se realizará a las 12.30 horas en el Aula Magna “Doctor Gabriel Gasic” del Campus Norte de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Avenida Independencia 1027, y quedará abierta a público en su Hall de Decanato hasta el 30 del mismo mes.

Cecilia Valenzuela


PULSACIÓN SEMANAL
El Pulso
 © Todos los derechos reservados
elpulso@med.uchile.cl